domingo, 27 de junio de 2021

‘ANTIVACUNAS’ POR DESINFORMACIÓN, ABANDONO, ESTRÉS

 Por Mariana Neira

Después de participar en los ‘tours por la vacuna’ nos quedó claro que los ‘analfabetos digitales’, la desinformación, el abandono y el estrés aumentan el ‘grupo antivacunas’ integrado por las personas que creen que la vacuna introduce un chip espía en el cuerpo; provocará efectos negativos en la salud; o no confían en tal o cual marca de vacuna.

Esto indica que no debemos ser absolutistas y decir que el 26% de personas de la tercera edad que no se han vacunado son ‘antivacunas’. Hay gente que quiere recibir la vacuna pero no puede por una serie de obstáculos que encuentra en el camino al vacunatorio.

LOS OBSTÁCULOS

Hay personas que no tienen contacto ni siquiera con los medios de comunicación tradicionales (televisión, radio, periódicos), peor con los digitales, y poco o nada conocen de la vacuna.

Desinformación: Pese a tener un montón de medios de comunicación, el gobierno no ha dedicado espacios informativos permanentes, con datos actualizados al minuto sobre la vacunación en cada ciudad. Son los medios privados los que dan mejor información.

Analfabetismo tecnológico: Hay muchos ecuatorianos que no saben nada de páginas web, e-mail, whatsap, Facebook, etc.

Abandono, estrés: Muchos ecuatorianos están abandonados y/o con dificultad para moverse y/o no tienen quien les acompañe, les guíe para llegar a un centro de vacunación. Varios han visto en la tele las ‘colas’ largas, incluso bajo los aguaceros, y les aterroriza soportar esa humillación.

Crean desorden, desorientación: El gobierno ha cambiado algunas veces los lugares de vacunación, el MSP y el IESS andan cada uno por su lado.

Bajo esas circunstancias, a cualquiera le da ganas de ‘botar la toalla’. Lo comprobamos cuando vimos a periodistas que, arriesgando su vida, se metieron en un barrio de Guayaquil donde descubrieron a viejitos que no conocían de la existencia de la vacuna y si la conocían, no sabían cómo ir al vacunatorio. No hablaron de ‘chips’ ni nada de las locuras de los urbanos ‘cultos’. En el fondo de su ser estaba el deseo de vacunarse, de vivir, como la mujer que escribió un ‘diario’ sobre los obstáculos que debió superar para conseguir las dos vacunas en Quito. ¿Si en la capital de la república sucede esto, imagínense en las ciudades pequeñas, en el campo?

 “DIARIO DE UNA VACUNADA

Primera dosis

Soy una mujer del grupo 65-70. El presidente Lenin Moreno anuncia el inicio de la vacunación.

18 de marzo 2021. ¡Qué emoción! A mi celular llegó un mensaje del Ministerio de Salud Pública (MSP) que dice: “Usted es parte del grupo prioritario... En los próximos días recibirá su cita. Info 171 op 5”.

Abril. No llega la cita.

Mayo. No llega la cita y mi sobrina llama al 171 donde una voz le dice que  aun no le toca a mi grupo de edad, que espere la cita que me indicará fecha y lugar de vacunación.

La prensa anuncia que empezaron a vacunar a mi ‘grupo de edad’, pero la voz del  171 repite: “Espere la cita”.

Todos se vacunan, menos yo. Mi sobrina vio en las redes que estaban vacunando en la Universidad Católica de Quito.

21 de mayo. 8 am. Estoy en la Católica esperando que me vacunen. Alboroto en la puerta. ¿Qué pasa? Han llegado 30 vacunas y ya se acabaron. La gente grita. (Primera decepción).

Mi sobrina dice: “Vamos al IESS” e iniciamos el ‘tour de la vacuna’. “¡Taxi. Llévenos al IESS de la Avenida Naciones Unidas”. Llegamos. “Aquí se pone la vacuna solo a los agendados en la página web del IESS; los que se agendaron en el MSP deben ir a los centros de salud del MSP”, dice la funcionaria que atiende, mejor dicho, enfrenta a la gente que reclama en la puerta. “El MSP no está dando turnos y yo soy afiliada al IESS por años”, reclamo. La funcionaria no mueve ni un músculo de su cara. “¿De qué sirve ser afiliada al IESS?”, grito sintiéndome abandonada por ‘mi’ IESS al que le he dado tanta plata durante mi vida laboral. La funcionaria sigue impertérrita. (Segunda decepción).

Un suertudo a punto de recibir la vacuna de ‘mi’ IESS informa a los ‘abandonados’: “En las redes dicen que la vacuna también están poniendo en el parque Bicentenario”. “¡Taxi!” Llegamos justo cuando cerraban las puertas. Un funcionario, cordial, nos da una buena noticia: “Venga mañana. Desde las 8 vamos a poner vacunas, incluso a los que no tienen turno”. Mi sobrina y yo nos miramos las caras, incrédulas. Tercera decepción.

22 de mayo. Llego a la ‘cola’ del Bicentenario a las 7:30. Hay unas 20 personas y ¡sorpresa! Me dan turno sin más requisito que la cédula de identidad y, en hora y media, recibo la primera dosis de una ‘pelucona Pfizer’. (Así la llaman los que no pueden ir a USA a ponérsela). El exitoso final del tormentoso ‘tour de la vacuna’ amerita un buen desayuno. Les cuento a mis amigos lo sucedido y me dicen que tuve suerte porque en sus últimas horas de gobierno, Moreno estaba desesperado por aumentar las estadísticas para dejar la impresión de que su gobierno había hecho mucho por la vacunación. ¡Hum! Sin esa “suerte”, hasta ahora estaría esperando el mensaje del MSP.

Segunda dosis

Pensé que con Guillermo Lasso en el gobierno, la segunda dosis sería facilísima, pero les voy a contar la segunda parte del estrés.

Los medios de comunicación dicen que la segunda dosis ponen 21 días después de la primera, pero mi sobrina revisa todos los días: https://lugar vacunación.cne.gob.ec/, y el mensaje del MSP no llega.

15 de junio. Al fin llegó el mensaje: “Segunda dosis. Miércoles 16 de junio de 2021”.

25 días después de la primera dosis. 7:30. Estoy en el Colegio Juan Montalvo haciendo una ‘cola’ de dos cuadras. De pronto, la gente se aglomera en la puerta principal. Mi sobrina va para allá. Regresa a contar que había solo 12 vacunas y ya se acabaron. La funcionaria que peleaba en la puerta con los desesperados por la vacuna había dicho que estaban por llegar más dosis. Comento en la ‘cola’ que yo debo recibir la segunda dosis de Pfizer. “Quién sabe si haya Pfizer aquí; dicen que en el Colegio Benalcázar están poniendo esa marca”. Le pido a mi sobrina que se quede en esta ‘cola’ y yo voy al Benalcázar. “¡Taxi!” Llego y encuentro otra cola, esta de 250 personas, según un aspirante a vacunado que tuvo la paciencia de contar.

Mi sobrina me llama para decirme que al Montalvo llegó la Pfizer y que la ‘cola’, ‘corre’. “Faltan 40 turnos, vente”. “¡Taxi!” El taxi circula lento porque su conductor está contándole a alguien, por celular, que su primo vendió un terreno y auto para reunir los 18 mil dólares que le cobró un coyotero para llevarle a Estados Unidos. Yo estoy desesperada por la vacuna. “Amigo, necesito ir ‘volando’ al Montalvo”, le digo. Acelera, pero sigue hablando de su primo. Ya ha llegado a la frontera de México con Estados Unidos y se apresta al cruce ilegal. “Quería que me vaya con él, pero ¿para qué? ¿A lavar platos? Aquí gano menos, pero tengo mi trabajito y estoy tranquilo. Allá dicen que tratan mal”. Estoy desesperada y entiendo por qué se chocan los carros: porque los choferes andan con el cerebro repartido entre conducir, las señales de tránsito y el celular. Llego al Montalvo, mi sobrina ya está en la puerta. Entro pensando en el inmigrante. ¿Llegará a la meta como yo? Es impredecible.

Estoy en el coliseo del colegio donde hay 3 colas con unas 100 personas atendidas por apenas 4 funcionarios, 2 manejando las computadoras y 2 pinchando. La funcionaria de blanco debe ser la jefa. Peleaba con la gente en la puerta principal, revisaba los turnos y en aquí en el coliseo está vacunando a ratos, escribiendo a ratos (multifacética). De pronto se suspende la vacunación y todos nos ponemos nerviosos. La mujer de blanco sale con la caja que contenía las vacunas. Parece una caja de ‘helados’. “Creo que se acabaron los ‘helados”, le escribo a mi sobrina. “Sí, te van a poner un helado en el brazo”. Bromas para matar el miedo a que se acaben las vacunas. El estrés se acaba cuando la mujer de blanco saca las vacunas y continúa pinchando”.

REFORZAR LA INFORMACIÓN

Al salir le agradecí a mi sobrina por su apoyo logístico. Si ella no hubiese revisado las redes sociales, las web del MSP, del IESS, yo habría perdido mi turno y entrado al ‘grupo de los rezagados’ que, viéndolo bien, son mejor tratados. Pueden ir a vacunarse los sábados en el ‘Bicentenario’. Lo escuché en una de las ‘colas’ convertidas en el informativo de los pobres (boca a boca) que suple la desinformación estatal.

Mientras esperábamos el taxi nos preguntamos qué habrá sucedido con la señora indígena que buscaba la segunda dosis y la rechazaron porque no portaba el certificado de haber recibido la primera dosis. Este documento, unos lo llevan impreso, otros en su celular.

La señora dijo no haber recibido ningún correo electrónico, porque dio la impresión de que no lo tenía. Entonces, la mandaron al centro de salud más cercano para que pidiera su historial clínico, pero ella ya estuvo allí y le dijeron que no constaba su registro de la primera dosis. He ahí un problema que puede ser de muchos: esta señora parecía no tener correo electrónico, o no pudo acceder a este, o nunca le llegó el certificado, y el centro de salud no la ayudó. Ella se quedó parada en la puerta.

Hay que reforzar la información y la ayuda con centros de información (valga la redundancia) como los que instalan cuando quieren nuestro voto. Allí deben indicar:

*Lugares de vacunación, horarios de atención, turnos. También deben ayudar a encontrar los historiales clínicos.

*Se dice que ya están yendo brigadas vacunadoras a las zonas olvidadas. Es un servicio que el gobierno debe ampliar y mejorar la información para que la gente sepa lugar y día de sus vacunas.

Solo así se contrarrestará al ausentismo en la vacunación que es peligroso, porque mientras unos nos protegemos otros andan regando el virus por todos lados.

@MarianaNeiraL

miércoles, 2 de junio de 2021

LIMPIAR LA BUROCRACIA: TAREA DURA PERO NECESARIA

El suicidio de un ex ministro involucrado en un caso de corrupción ha sido visto como un suceso más de crónica roja, igual que funcionarias de un municipio caminen con grilletes impuestos por la justicia por supuesta corrupción. Para ellos esas acusaciones eran injustas, pero la fiscalía tiene evidencias que indican lo contrario.

Estos dos casos merecen un análisis profundo para entender por qué los empleados públicos de alto, mediano y bajo rango se han involucrado en corrupción en los últimos años y cómo corregir ese problema.

CÓMO CORROMPEN A UN EMPLEADO PÚBLICO

No es un problema de ahora, dicen María y Gladys.

Por los años 80, María era Subjefe de un Departamento de relaciones externas en una Institución que controlaba a las empresas de la república. Un día el presidente de la república dictó un decreto prohibiendo los ‘gastos supérfluos’, pero poco le importó a la Jefa de la Institución que hizo una gran fiesta para que un ‘Grupo ciudadano’ la eligiera ‘Mujer del año’. Como el jefe del Departamento pasaba permanentemente con permiso por enfermedad, a María le tocaba poner el visto bueno para el pago de las facturas de la fiesta. Ella, novata en las lides de la administración pública, pero buena lectora, recordó el decreto presidencial y se negó a firmar las facturas por ‘gastos supérfluos’ y empezó una batalla entre su negativa a firmar y la orden de la Jefa para que las firmara. Por Gladys, María supo que un auditor de la Contraloría tenía una oficina en la Institución y acudió a él para contarle la presión que vivía. El auditor le dijo que, efectivamente, no debía autorizar ese pago porque era ilegal. La Jefa convocó a María a su despacho para exigirle personalmente que autorizara esos pagos porque ‘era un acto de lealtad con la Institución’. María le dijo que no lo haría porque era ilegal. Entonces, el Jefe de personal comenzó a acosarla (bulling laboral): la marginaron de trabajos importantes, todo lo que hacía no valía, le contaban hasta los segundos de sus atrasos al ingreso, le negaron el parqueadero, etc. María aguantó tres meses y le preguntó al auditor qué debía hacer. Él dijo: “Firmar la autorización de pago de las facturas, aguantar hasta cuando cambien a la autoridad o renunciar”. María prefirió renunciar porque tenía quien la sostuviera económicamente.

Después supo que su ex Jefa, tan audaz, coimó a una empresa internacional que hizo llegar una queja al presidente de la república que, como no era corrupto, la destituyó. Debieron pasar años para que se dieran cuenta de que ella era una funcionaria corrupta, mientras una empleada honesta, sin nadie que la defendiera, se vio obligada a renunciar en meses.

Desde entonces María ha escuchado de varios empleados públicos que firman contratos ilegales que los jefes les ponen adelante y cuando existe un reclamo de la justicia -como lo estamos viendo en varios casos- estos jefes dicen: “No sé, yo no lo hice, yo no autoricé”. Y el peso de la ley cae sobre quien firma.

El empleado público comete ilícitos consciente o inconscientemente para mantenerse en el cargo, para tener un salario, para hacerse rico. Pero al hacerlo, automáticamente se mete en una red de corrupción que le exige autorizar más y más ilegalidades.

EN 14 AÑOS SE ‘DEMOCRATIZÓ’ LA CORRUPCIÓN

Antes se creía que las coimas las pedían y recibían solo los empleados públicos de mandos inferiores. (Los de arriba eran una ‘argolla’ que solo hacían ‘negocios’ y muy grandes). Pero en los últimos 14 años se ve que la corrupción se ‘democratizó’. Va desde la cima hasta la sima. Son los jefes (desde el presidente y vicepresidente de la república) los que organizan la red de la corrupción con personas de su absoluta confianza en puntos clave (departamentos financieros, jurídicos, técnicos).

En los puestos clave están los ‘burócratas’ (sinónimo de empleados públicos) entrenados para las malas artes y que tienen un perfil de ‘pipón’, o sea, ingresó a trabajar en el Estado (si es que trabaja) no por méritos profesionales sino por palanqueos y por ser afines a la ideología del presidente de la república. Su fin es hacer dinero, el país le importa un comino.

La mayoría de los empleados públicos es gente honesta que consiguió el empleo por recomendaciones profesionales (creo que ya no existen los concursos de merecimientos) y se mantienen al margen de actos corruptos.

Al nuevo gobierno le toca la dura tarea de detectar a los corruptos y hacer un proceso de limpieza. Se les podría ubicar por su currículo, sus vínculos laborales, personales, cuentas bancarias y bienes.

PREMIAR A BUENOS EMPLEADOS Y RECLUTAR A LOS BECARIOS

A los buenos empleados públicos el Estado debe premiarles y, sobre todo, protegerles creando un mecanismo que facilite la denuncia reservada de casos de corrupción en sus oficinas.

En este proceso de limpieza de la burocracia podrían participar, de manera coordinada con el gobierno, los gremios que protegen a los empleados públicos.

Además, la Contraloría debería realizar una capacitación permanente de los empleados públicos sobre lo que es legal e ilegal dentro de la administración púbica y las sanciones que impone la legislación a quienes incurren en corrupción.

El nuevo gobierno también debería hacer una campaña intensa de ubicación en cargos públicos de los miles de becarios que están en la desocupación o subempleados. Por esta circunstancia, muchos están emigrando. ¡Qué desperdicio de dinero! El Estado educando a ecuatorianos para que vayan a servir a otros países.

La limpieza y regulación de la burocracia es urgente para crear confianza en la gente que reclama honestidad.

@MarianaNeiraL