jueves, 14 de abril de 2016

VIVEZA CRIOLLA ELECTRÓNICA

El presidente Correa siempre tuvo en su mente la desdolarización. Compruébelo leyendo el artículo “Dolarización y desdolarización: más elementos para el debate. Comentarios al dossier de Íconos 19”, escrito por el profesor de economía de la Universidad San Francisco, Rafael Correa, en la revista Íconos No. 20 de la FLACSO publicada en el 2004. Dijo entonces:
¿Ciencia o propaganda?
Respondiendo los argumentos del Dr. Naranjo
La dolarización oficial: mucho más que un sistema cambiario
Marco Naranjo señala en su artículo que la dolarización oficial de una economía “significa mucho más que una variación en el régimen cambiario. Significa, en realidad, la puesta en marcha de un nuevo sistema económico...” (Naranjo 2004:66). Aquí podemos encontrar una contradicción en los defensores del esquema dolarizador: mientras que muchos, para justificar los fracasos del esquema, argumentan que no es más que un sistema cambiario, y que los verdaderos problemas se hallan en factores estructurales de la economía (verdad de perogrullo), Naranjo nos dice que la dolarización representa todo un nuevo sistema económico. En realidad, coincido mayormente con la posición de Naranjo: la dolarización oficial ecuatoriana representó el cambio institucional más profundo en toda la historia del sistema económico del país. Sin embargo, es incorrecto decir que es un nuevo sistema económico. En realidad, es la profundización más extrema -e ingenua- del sistema de mercado, donde se reduce la moneda exclusivamente a un medio de cambio, perdiéndose su dimensión de instrumento de coordinación económica y social. Retomando lo que dice Keifman en Íconos 19, “lo que subyace a la convertibilidad y dolarización es la visión de que una economía de mercado librada a sí mismo tiende automáticamente al equilibrio con pleno empleo” (Keifman 2004:32).
La economía ya estaba informalmente dolarizada
Marco Naranjo manifiesta que “en un porcentaje muy elevado (cerca del 90%) las funciones del dinero se habían trasladado al dólar... Por lo señalado, se puede afirmar que la dolarización oficial no hizo otra cosa que confirmar y formalizar lo que en la práctica diaria ya existía, esto es, una dolarización de facto o extraoficial generalizada” (Naranjo 2004:66). Este ha sido un argumento recurrente de los dolarizadores: según ellos, en una muestra de gran espíritu democrático, no hicieron otra cosa que interpretar el deseo de los agentes económicos. Sin embargo, aquí existen al menos dos errores y verdades a medias:
a) La elevada dolarización informal de los activos y pasivos financieros fue permitida e incluso inducida por las reformas realizadas durante los años 90. De esta forma, a inicios de la década, y antes del proceso de reformas -básicamente la liberalización financiera-, el porcentaje de depósitos en dólares era menor al 5%. Si, como manifiesta Keifman, la dolarización progresiva del sistema financiero es un problema, la solución no es precisamente formalizar el problema.
b) El criterio de que la política económica debe responder a las situaciones de hecho, sin capacidad para inducir, corregir o controlar acciones, es extremadamente peligroso. Precisamente en eso consiste la macroeconomía: en reconocer que las estrategias óptimas microeconómicas, no necesariamente son las estrategias óptimas colectivas. Los dolarizadores obvian cosas tan elementales como la falacia de la composición: lo que es bueno para las partes, no es bueno para el todo.
Resultados positivos de la dolarización
El Dr. Naranjo manifiesta que “una muy breve evaluación del sistema de dolarización en el Ecuador, nos evidencia resultados bastante positivos” (2004:66-67). En esto, encontramos uno de los principales problemas intelectuales del discurso pro dolarizador: realizar la comparación de indicadores con el peor año de la historia económica del país. Esto sería igual que decir que, con un sistema cambiario completamente opuesto al de Ecuador, Argentina es la campeona regional de crecimiento, sin mencionar la espectacular caída de su producto en la crisis del año 2001.
Por ejemplo, Naranjo nos dice que los salarios pasaron de 50 dólares en 1999 a 148,6 dólares, sin mencionar que, en términos reales, jamás recuperaron los niveles pre-crisis. De hecho, no se alcanza a comprender cómo en el discurso pro dolarizador el incremento de los salarios es el principal logro y a la vez el principal problema, ya que muchos dolarizadores se basan en esta situación para justificar la falta de competitividad del país. En realidad, el fracaso e insostenibilidad de la dolarización ecuatoriana son cada vez más claros. Así, dada una inflación acumulada de cerca del 150% desde que se inició la dolarización, Ecuador ha sufrido la apreciación del tipo de cambio real y, como consecuencia de aquello, un déficit no petrolero que en el 2003 fue de 2100 millones de dólares, cerca del triple del promedio de antes de la dolarización. Pese a haber gozado de los más altos precios del petróleo de los últimos 20 años, Ecuador también acabó con déficit comercial total por tercer año consecutivo, situación que desde 1979 al 2000, esto es, hasta antes de la dolarización, sólo había ocurrido en 1987 por la ruptura del oleoducto, y en 1998 por el desplome de los precios del petróleo. En esto, Saúl Keifman no deja lugar a dudas: “uno de los problemas más serios de la convertibilidad fue el nivel del tipo de cambio real que se cristalizó con la estabilización” (Keifman 2004:27).
 Directamente relacionado al problema externo está la incapacidad de la economía para generar puestos de trabajo, por lo que las tasas de desempleo abierto y sub-empleo son persistentemente altas, pese a la gran emigración de la fuerza laboral. De hecho, si no fuera por la emigración, la tasa de desempleo superaría el 20%. De igual manera, la necesidad de una política fiscal extremadamente recesiva para evitar mayores daños en el sector externo, está conduciendo a la generación de déficit endógenos, que agravan aún más la situación fiscal 2. 2 En este sentido, las similitudes con el caso argentino son impactantes. Para mantener la convertibilidad, el gobierno de De la Rúa optó por tratar de lograr superávit fiscales aumentando la presión tributaria y reduciendo salarios en el sector público, con lo que aniquiló la demanda interna, deprimió aún más la economía y, finalmente, deterioró mayormente la situación fiscal por la disminución de la base tributaria (Rubini 2003).
Por otro lado, pese a las extraordinarias condiciones externas del 2003 y, particularmente, un precio del barril de petróleo que bordeó los USD$ 27 -el mayor precio de los últimos 20 años- cuando fue presupuestado a USD$ 8, el país creció tan solo 2.7%, mientras que el sector no petrolero creció tan sólo 1.4%, la tasa más baja de los diez últimos años, exceptuando la gran crisis de 1999. Lo anterior significa que el PIB no petrolero por habitante, verdadera medida de la capacidad de generar riqueza de los ecuatorianos, decreció en el último año. Todo esto es más grave aún si consideramos que la recuperación de las crisis financieras en América Latina ha tomado un promedio de tres años. Aunque la crisis sufrida por el país fue de las más fuertes de la región, la medida tomada -la eliminación de la moneda nacional- también fue la más drástica de las medidas. Sin embargo, Ecuador nunca recuperó los niveles de actividad económica y bienestar del período precrisis, y la poca recuperación lograda claramente ya está llegando a su fin. Obviamente, los pobrísimos resultados en cuanto a crecimiento no son sólo consecuencia del esquema monetario vigente, sino también de una pésima política fiscal, cuyo análisis escapa al alcance de este artículo.
De esta forma, para su crecimiento en el mediano y largo plazo, Ecuador sigue apostando prácticamente en forma total a los altos precios del petróleo y a incorporar nueva producción petrolera, factores externos que, además de incrementar la vulnerabilidad de la economía, tienen un efecto tan solo marginal en cuanto a bienestar y generación de empleo. Es decir, las altas tasas de crecimiento anunciadas para los próximos años, de materializarse, se estarían dando sobre la base del consumo de un activo, el petróleo, y no en función de la generación de valor agregado y puestos de trabajo productivo. Por el contrario, como ya se está observando, el espejismo del petróleo ocultaría una sistemática destrucción de la base productiva nacional, consecuencia del esquema monetario que mantiene el país.
Los costos de salida
Coincido en general con los graves riesgos y costos que implicaría una salida de la dolarización. Lamentablemente, temo que no es un problema de elección. En el caso argentino, con niveles de desarrollo muy superiores a los del Ecuador, se tuvo que salir de la convertibilidad. Hoy, dadas las favorables condiciones externas, tal vez es el momento menos riesgoso para ensayar una salida ordenada a la dolarización, antes que los fundamentos económicos se deterioren aún más.3. 3 Esto es aún más urgente en medio de la fiebre aperturista-comercial que vive el país. En efecto, mayores liberalizaciones comerciales manteniendo un tipo de cambio fijo extremo como la dolarización, es sencillamente un desastre anunciado.
Sin embargo, además de los grandes desafíos técnicos para salir de la dolarización, se trata sobre todo de un problema de consenso político y social.4. 4 En el caso de la convertibilidad argentina, dicho consenso se logró cuando ya la crisis era demasiado grave, y precisamente como consecuencia de ésta. Jameson (2003) manifiesta que “mientras más tiempo un país espera para enfrentar el problema de la disparidad entre crecimiento de la productividad y costos domésticos y la consecuente sobrevaluación del tipo de cambio, más duro será romper el lazo. En consecuencia, el argumento a favor de romper la dolarización debe ser hecho temprano, y la coalición de soporte debe ser establecida con aprobación internacional mucho antes de que la economía se deteriore”.
De lograrse dicho consenso, todavía totalmente ausente en el país, la parte técnica tendría que enfrentar tres problemas fundamentales e interrelacionados entre sí: a) crear demanda por la nueva moneda, es decir, superar lo que Dr. Naranjo llama la “crisis de confianza en la nueva moneda”, b) evitar una crisis bancaria por corrida de depósitos, y c) evitar una crisis de balanza de pagos por salida de capitales, es decir, evitar lo que el Dr. Naranjo llama la “liquidación del sistema financiero”. Además de lo anterior, para minimizar los costos de salida y, sobre todo, los grandes ganadores y perdedores como en el caso argentino, la salida de la dolarización debería realizarse de manera paulatina, e implicaría un largo período de tiempo, dividido en forma general en tres etapas: una primera etapa de “blindaje financiero y externo”, una segunda etapa de “desdolarización” y una tercera etapa de “corrección de precios relativos”.
Los costos de volver a tener moneda nacional
Sin embargo, para el Dr. Naranjo no sólo existen inmensos costos de salida, en lo cual, insisto, coincidimos, sino que también ve inmensos costos en el mismo hecho de tener una moneda nacional. Así, el Dr. Naranjo manifiesta que “con la moneda nacional aparecerá nuevamente el círculo vicioso aberrante de déficit fiscal, inflación, devaluación, altas tasas de interés, especulación y rentismo, paralizando el aparato productivo, incrementando el desempleo, disminuyendo salarios y los ingresos reales, generando fugas de capitales, fragilidad financiera y fuga de compatriotas” (Naranjo 2004:69). Este es un grave error del Dr. Naranjo, de los dolarizadores y en general, de la mayoría de los hacedores de política ecuatorianos: presentar como hechos científicos lo que son simplemente conjeturas. Lo manifestado por el Dr. Naranjo implicaría que el poder de emitir moneda es malo per se, lo cual no resiste ningún análisis serio. El Dr. Naranjo intenta poner en el principio de todos los males el supuesto déficit fiscal que se produciría con una moneda nacional, obviando el hecho de que la crisis de 1999 fue una crisis bancaria, la cual se transformó en crisis monetaria no por ningún déficit fiscal, sino por el poder de los banqueros para traspasar el costo de la crisis a toda la sociedad por medio de la ley de garantía de depósitos (Ley AGD) que obligó al Estado a emitir dinero para respaldar el 100% de los depósitos bancarios.
Como manifiesta Keifman, en la visión simplista de los partidarios de la convertibilidad y dolarización, “el único problema macroeconómico es la inflación y ésta se origina en el financiamiento del déficit fiscal con emisión monetaria” (Keifman 2004:32).
A modo de conclusión
Como también acertadamente señaló Fander Falconí, el debate sobre la dolarización realmente involucra el porvenir económico y social de nuestros países. Significa superar simplismos como el “dogma de la estabilidad”, cuya expresión más extrema es, sin duda, la dolarización ecuatoriana. Un tipo de cambio fijo irreversible, en una economía abierta, pequeña y de baja productividad, es claramente un disparate técnico, que seguramente algún día controlará la inflación, pero probablemente quebrando al sector real de la economía. Significa, como lo señalan Alberto Acosta, Carlos Parodi y Carlos Larrea, repensar la noción y estrategia de desarrollo, pues se trata de recuperar políticas económicas soberanas en función de verdaderos proyectos nacionales, e impedir que las economías y el bien común estén sujetos al arbitrio de la entelequia del mercado. Significa, como bien nos recuerda Emilia Ferraro, la necesidad de remediar la inconformidad de la población con un Estado y una identidad nacional desgastada. Es decir, recuperar nuestro capital social, destrozado por políticas económicas absurdas.
Fuente: Correa, Rafael, 2004, “Dolarización y desdolarización: más elementos para el debate. Comentarios al dossier de Íconos 19”, en ICONOS No.20, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 84-89. El artículo completo lo puede leer en:
Los subrayados con negritas son de la autora. Son criterios que me llamaron la atención, sobre todo, que el profesor Rafael Correa dijera que en “la parte técnica (la desdolarización) tendría que enfrentar tres problemas fundamentales e interrelacionados entre sí: a) crear demanda por la nueva moneda… b) evitar una crisis bancaria por corrida de depósitos, y c) evitar una crisis de balanza de pagos por salida de capitales… la salida de la dolarización debería realizarse de manera paulatina…”
Pareciera que esas ideas ya estuvieran caminando. Leyendo detenidamente, se puede notar. Por la causa que fuere, comienza a sentirse la escasez de dólares. Expertos predicen que la escasez de dólares en efectivo llevará a una proliferación del uso del dinero electrónico que el gobierno nos está metiendo por los ojos, hasta con descuento tributario. Y si –en el futuro- alguien quiere cambiar su dinero electrónico por dólares, en los bancos le dirán no hay dólares, solo tenemos rumiñahuis, olmedos o como se llamare la nueva moneda. La nueva moneda ya estuvo en la mente de Correa cuando escribió ese artículo exponiendo la necesidad de “crear demanda por la nueva moneda”. La demanda por la nueva moneda la creará la escasez de dólares. Esa escasez aumentará poco a poco cumpliéndose otra idea que desde hace rato estuvo en la mente de Correa: “la salida de la dolarización debería realizarse de manera paulatina”. O sea, lentamente, para que los ecuatorianos no sintamos el dolor de perder al dólar. Viveza criolla.


miércoles, 6 de abril de 2016

¿QUIÉN QUIERE MATAR A QUIÉN?

Hace poco tiempo un amigo me confesó ser amigo de un siquiatra ecuatoriano que trataba a un líder político ecuatoriano bipolar. Por esa enfermedad mental el líder cambiaba de un momento a otro de un estado eufórico a uno ultra depresivo. El siquiatra regulaba esos cambios extremos del líder con medicinas. Y escuchaba sus relatos. El desahogo verbal era parte de la terapia, pero cada vez que su paciente famoso se acostaba en el sofá del siquiatra repetía su deseo de morir como Eloy Alfaro, asesinado y, de ser posible, linchado, de ser posible, arrastrado.
Me pareció cuento de mi amigo, sin embargo, me atreví a repetir la historia del líder en el sofá del siquiatra a otras personas que, pienso, no me la creyeron.
Recordé esta historia al leer el miércoles 23 de marzo 2016, en el diario El Comercio, este artículo de León Roldós:
Todo dramático, en la sabatina del 19 de marzo del 2016, en Limón Indanza, el presidente Correa había dicho cual agorero del desastre: “Están esperando que venga un familiar de un enfermo de cáncer, le meta un tiro al presidente, porque el presidente malvado, ¡cómo odia a los enfermos de cáncer! ; y, si eso llegara a pasar, sería la mayor torpeza (…) Inmerecidamente me inmortalizaría, y, por si acaso, me queman, mis cenizas las echan, la mitad en el río Guayas, y la mitad en un arbolito a ver si al final aunque sea sirvo para algo. Y nada de un monumento ni nada de esas cosas, que nunca me han gustado” (…)
“En todo caso, eso se busca como hicieron con Eloy Alfaro, la que indujo el asesinato de Alfaro fue la prensa, sobre todo El Comercio y después rasgarse las vestiduras y a hablarnos de democracia, paz, unión y tolerancia (…) ya no permitamos que nos engañen y nos manipulen, para que alguien me pegue un tiro”.
¿Qué hay detrás de esta fantasía?
1.    Quizás un afán de activar la compasión pública para detener la caída en las encuestas.
Últimos datos de las encuestadoras dicen que la credibilidad en el presidente sigue de bajada. Hablan de 6 a 8 ecuatorianos que no creen en su palabra.
2. También habría un afán de distraernos para que no miremos la crisis en toda su dimensión.
El Estado gastó toda la plata de los ecuatorianos y no hizo una reserva porque eso no estaba dentro de su ‘sabia’ política económica. Y ya no tiene ni para pagar sueldos, entonces nos pone impuestos, empeña lo que debe y no debe. Eso duele. Hay quiteños que al drama le ponen ‘sal’ diciendo que se debería poner cadenas a El Panecillo de Quito para que el gobierno no lo venda.
Si el Faraón y el Evo hubiesen sido ecuatorianos, no habrían hecho eso.
El sabio Faraón de Egipto se dejó guiar por dos sueños y un consejero. Primer sueño: ‘Vi siete vacas gordas, hermosas. Entonces vi siete vacas muy flacas y huesudas. Y las flacas se comieron a las vacas gordas. En mi segundo sueño vi siete espigas de grano lleno y maduro que crecían en un solo tallo. Entonces vi siete espigas de grano delgadas y secas. Y las espigas de grano delgadas empezaron a tragarse a las siete espigas buenas.’
Ningún sabio ni adivino pudo interpretar sus sueños. Alguien le dijo que en la cárcel había un joven capaz de hacerlo. Ordenó le llevara a su palacio. José, el hebreo, le dijo al Faraón: ‘Los dos sueños significan lo mismo. Las siete vacas gordas y las siete espigas de grano llenas significan siete años, y las siete vacas flacas y las siete espigas de grano delgadas significan otros siete años. Habrá siete años en que crecerá mucho alimento en Egipto. Habrá siete años en que crecerá muy poco alimento.’
Coincide con lo que dice el Eclesiastés: ‘Hay un tiempo para cada cosa, y un momento para hacerla bajo el cielo… un tiempo para guardar, y otro para tirar fuera…’
Si José hubiese vivido en Ecuador en tiempos de revolución y dicho: ‘Habrá siete años de altísimos precios del petróleo y hay que guardar para enfrentar siete años de precios bajos’ (que predicen algunos expertos), le habrían calificado de ‘torpe’ ‘sufridor’, sobreviviente de ‘la larga noche neoliberal’, ‘enemigo de la revolución’.
El sabio Faraón le escogió al mismo José para que recogiera el alimento, lo almacenara y lo repartiera en el tiempo de vacas flacas, y le convirtió en un hombre poderoso. Acá a José le habrían echado del palacio y enjuiciado bajo cualquier acusación.
Creyéndose superiores, nuestros ‘revolucionarios’ no tomaron en cuenta estos sabios consejos. La vida, en todos sus aspectos, tiene sus ciclos buenos y malos. La economía tiene sus ciclos de precios altos y precios bajos de las materias primas, dicen los buenos analistas económicos. Los toman en cuenta los inteligentes gobernantes capitalistas y los que dicen que no lo son.
Por ejemplo, el Evo de Bolivia. Al Papa Francisco le regaló un Cristo colocado sobre una hoz y un martillo, para parecer revolucionario, pero para el manejo de la economía usó la lógica. Se dejó guiar por un gerente del Banco Central de derecha. Juntos, como el Faraón y José, en tiempo de vacas gordas (buenos precios de las materias primas) guardaron muchos dólares. Ahora el Evo anda orgulloso. Mientras Ecuador está con el miedo a decrecer, Bolivia anticipa un crecimiento del 5% en el 2016, pese al escándalo de la ‘Eva’ que le hizo comer la manzana de la corrupción. (El Comercio, Martes 29 marzo 2016, pág. 5.) No es porque el Evo ahorra y ahorra como un neoliberal. Él es un ‘revolucionario siglo XXI’ que, dicen, reparte riqueza a través de programas sociales y evita los lujos de nuevo rico, por ejemplo, el derroche en gasolina. Cuando llegó a Quito para una reciente reunión de Unasur, recordarán ustedes, se murió de las iras porque los automóviles y motocicletas de la nueva rica y jactanciosa seguridad de la revolución ciudadana ecuatoriana, no dejaba pasar a su auto. “Hermano Correa me quejo. Yo quería apurarme y había unas 20 motocicletas delante de mí. ¿Cuánto combustible hemos gastado en esa llegada? En Cochabamba ando solito, a veces, manejando con el chófer… Somos presidentes electos democráticamente, somos parte del pueblo y hay que estar con el pueblo y esa es mi experiencia”. El presidente Correa justificó la cantidad de vehículos escoltas diciendo que eso daba mayor celeridad al traslado de los dignatarios. (Si Evo supiera de los 30 mil y pico autos que tiene la burocracia, del avión intercontinental, del sabreliner para viajes caseros, de los guardias, de los chefs, de las inversiones chuecas, etcétera, no sé qué diría. A lo mejor sabe, pero calla por solidaridad con el ‘hermano’).
Pero el Evo no debe cantar victoria. Los analistas dicen que la prolongaba baja de precios de las materias primas, también le provocará una crisis. Pero el golpe para los bolivianos será suave porque caerán sobre el colchón de su gran reserva monetaria. Los ecuatorianos estamos cayendo en una piscina sin agua.
3. La tercera intención de la fantasía presidencial sería crear un culpable y qué mejor que la prensa, ahora, ya no solo ‘corrupta’, también potencial asesina por denunciar, por ejemplo, que el gobierno prefirió pagar deuda externa que transferir la platita para los enfermos de cáncer (caso Solca). Tras la denuncia ningún medio dijo: Vean, lectores, radioescuchas, televidentes, vayan a cobrar esta deuda metiéndole un tiro al presidente. El presidente sí motiva a sus huestes a que agredan a los comunicadores, llámense periodistas, blogueros, tuiteros, etc.
Véanlo ustedes.
El sábado 26 de marzo 2016 Correa dijo: “…tuiteros queridos, pronto nos vamos a reunir, la batalla también está en las redes, y es una batalla que tenemos que ganar y vamos a ganar, compañeros, porque los honestos somos más, siempre vamos a aclarar todas las mentiras, pero cuidado nos aturden con una mentira medio creíble”.
Y tres días después, martes 29 de marzo, se activó la ‘batalla’. El tuitero Alejandro Muñoz encontraba debajo de la puerta de su casa un sobre con fotografías suyas y las paredes manchadas con pintura roja y amarilla. (No es nuevo, antes hicieron algo parecido en la casa de la periodista Ivonne Guzmán, de El Comercio). Para el tuitero las fotos son muestra de que alguien le está siguiendo. ¿Quién?, nos preguntamos. La respuesta es fácil: fanáticos o una fuerza oculta del gobierno.
Y surgen otras preguntas:
¿Cómo esta gente sabe dónde vive tal o cual comunicador?
¿Inteligencia del gobierno está proveyendo de información privilegiada a esos grupos o estos grupos tienen su propia ‘inteligencia’?
Sea como fuere, son grupos para-terroristas que no dan la cara como un periodista cuando denuncia. Son grupos peligrosos que en cualquier país serían investigados, no en el nuestro donde el Estado solo protege a los ciudadanos que coinciden con su ideología. Los ‘opositores’ que cada día son más, muchos más, quedan en el desamparo, amenazados, perseguidos, espiados.