miércoles, 9 de mayo de 2012

EN EL CENEPA PELEARON 8 MILITARES DE UNA MISMA FAMILIA. NINGUNO FUE DECLARADO HÉROE

Una familia de ocho militares participó en la guerra del Cenepa, el padre entrenando a los shuar, otros en el frente de batalla o en estado de alerta en El Oro, Loja, Quito. El patriarca, Lenin Torres (75 años), cuenta su historia.
Él fue un personaje controvertido dentro de las Fuerzas Armadas. Cuando teniente dio instrucción militar al famoso cantante Julio Jaramillo. Con él salía a dar sereno a las “guambras”. JJ tenía muchas y Lenin, dotado de buen físico y un uniforme, no se quedaba atrás hasta cuando Norma Rites cazó su corazón. También estuvo en la captura de los guerrilleros del Toachi, en 1962, apareciendo involucrado en una historia de amor con una guerrillera. Después, influido por el pensamiento de Sandino, con un grupo de militares jóvenes (algunos de los cuales llegaron a generales) intentó “una revolución parecida a la que hizo Alfaro”. Fue delatado. “Eso me costó cinco años de prisión”, dice, y le dieron la baja. En la vida civil se ha dedicado a las Alas Delta -es un maestro en ese deporte-, también a la seguridad privada, a la pintura, ha escrito cinco libros. Todo lo hace sin dejar de lado el espíritu militar que atrapó a sus hijos; cinco son militares: Yuri, Mao, Dean, Lenin, Sandino. Por si fuera poco, de sus tres hijas: Norma, Isabel y Nary Ati, dos se casaron con militares. SoloCamilo y Juan José no se interesaron por esta carrera.

EL VOLUNTARIO

Lenin Torres dice que los militares siempre estaban preparándose para recuperar el territorio perdido en 1941. “En 1981, cuando se dio el enfrentamiento en Mayaycu y Machinasa, me presenté como voluntario con mi boina roja de ex comando paracaidista. En 1995 se iniciaron las acciones en el Cenepa. Viajé de inmediato a la frontera, sector Loja y Zapotillo, donde se encontraban dos hijos míos: Mao y Dean. Tomé contacto con el coronel Fausto Flores, director del Seguro Campesino, quien viajaba con miembros de esa institución a Bomboisa, en las faldas de Cóndor Mirador, cerca de Gualaquiza, para instalar un campamento y dar instrucción militar al elemento civil, entre ellos shuaras. Le pedí hablara con el Ministro de Defensa, general José Gallardo, para que me permitiera integrarme a esa unidad como voluntario. Mi solicitud fue aceptada. Con Fausto y otros oficiales organizamos la instrucción para los voluntarios civiles que llegaban de todo el país, en especial de Guayaquil, y los shuaras. Yo tuve la oportunidad de viajar a Cóndor Mirador y Gualaquiza, donde se encontraba Paco Moncayo. Luego de las acciones de nuestra aviación y de artillería, nos dimos cuenta que estábamos en superioridad frente al enemigo. Entonces, decidí viajar a Quito para hablar con el Jefe del Comando Conjunto, general Víctor Manuel Bayas, y el Comandante General del Ejército, general Jorge Ortega, para decirles que era el momento de tomar la iniciativa y penetrar en territorio enemigo. La respuesta de los dos fue, que eso no quería el Presidente”.

ENTERRANDO MUERTOS

Durante la guerra del Cenepa, todos los hijos de Lenin Torres estaban en servicio activo, cada uno con una función.
El primero, Yuri Wladimir, 50 años, capitán retirado, integrante de Fuerzas Especiales, defendió Cueva de los Tayos, en el Alto Cenepa, un puesto militar constantemente bombardeado por los peruanos. Muchas historias tiene para contar.
“En una emboscada fue herido de muerte, el Cbos. Analuiza Wladimir, integrante de mi equipo de combate. Horas más tarde falleció en mis brazos, pidiendo ayuda. La falta de atención médica y la imposibilidad de evacuarlo hizo que se lo mantuviera un par de días velándolo en una capilla improvisada construida por los compañeros. Construimos un helipuerto en el medio de la nada para que ingresara un helicóptero para sacarlo, pero no hubo vuelos. Pedimos al mando la autorización para enterrarlo, así lo hicimos y luego de dos días reportaron la entrada de la aeronave. Desenterramos el cuerpo y nos disponíamos a evacuarlo, pero el clima se dañó y fue imposible. La disposición fue enterrarlo nuevamente y con el perdón de la familia y de la historia misma, dejarlo allí. Al día siguiente el sol brilló en la Amazonia y el helicóptero ingresó. Finalmente pudimos evacuarlo para que recibiera cristiana sepultura en su ciudad natal”.
Yuri relata otra anécdota: “Al recibir la misión inicial de alcanzar la cabecera del río Cenepa, nos dieron abastecimientos para tres días, munición, equipo de combate y una copia de un mapa peruano del sector, ya que no habían cartas topográficas ecuatorianas. Desembarcamos en la cordillera del Cóndor y teníamos tres días para cumplir la misión, pero marchando doce horas diarias en un terreno desconocido, difícil y a veces inaccesible, demoramos nueve días en alcanzar el punto. En el camino encontramos vestigios de combates, cuerpos de combatientes peruanos en descomposición, restos de aeronaves, etc. Allí recién comprendimos que teníamos que rendir el examen para el cual nos preparamos en las largas jornadas de entrenamiento, que la guerra se vive y se siente en el terreno, no en una sala de operaciones de combate, con mapas y papeles”.

TANQUES VIEJOS

Mao Fernando, 49 años, capitán retirado, también de Fuerzas Especiales, no estuvo precisamente en la línea de fuego, pero le tocó cuidar la frontera sur.
“Cuando el conflicto estuvo en su máxima alerta de los dos países, más o menos por febrero 13, mi unidad, el Grupo de Caballería Blindada No. 12 ‘Teniente Hugo Ortiz’, fue movilizada desde la península de Santa Elena hasta la frontera Sur para reforzar la Brigada No 7 ‘Loja’. Al llegar, en la población de Zapotillo nos encontramos de frente con una unidad de tanques peruanos. Al vernos con tanques de gran movilidad y relativamente nuevos, se quedaron sorprendidos y pienso yo, hasta se asustaron, ya que sus tanques eran viejos y de movilidad limitada. Los compañeros que estaban desde antes en el sector nos contaban que los peruanos lavaban sus tanques en la orilla del río Catamayo-Chira que dividía la frontera, para demostrar fuerza, atemorizar, pero en ciertas ocasiones, los tanques no se les prendían. Tenían que traer otros tanques para jalar a los dañados y sacarlos del río. En 1995, al vernos llegar con nuestros tanques, nunca más se dejaron ver ni salieron a lavar sus tanques”.

LAS MINAS SE MUEVEN

Cerca de su hermano Mao, en la puntilla de Zapotillo, estuvo Dean Andrés, de 45 años, Capitán de Artillería y de Fuerzas Especiales, ahora retirado, al mando de un Equipo de Combate de la Compañía de Operaciones Especiales No. 7, de la Brigada Loja. Su misión era infiltrarse el Día D, 5 kilómetros en territorio hostil para destruir con explosivos cañones de Artillería de 155mm del ejército enemigo.
Dean salió vivo por milagro, según este relato: “Un día mientras patrullaba mi sector de responsabilidad buscando el mejor lugar para la infiltración, el puntero de mi patrulla levantó el puño en señal de ¡alto! y ordené que todos se inmovilizaran inmediatamente. Por estar atentos a los movimientos contrarios, los 18 soldados de mi equipo, sin darnos cuenta, habíamos ingresado en ‘campo minado’ sembrado por el enemigo en nuestro propio territorio. La lluvia y el tipo de tierra habían hecho salir y ‘caminar’ algunas minas y las pudimos ver medio enterradas en el camino donde estábamos, pero sin saber cuántas eran en realidad y dónde estaban. Lo que nos demoró un minuto en entrar, nos tomó más de 3 horas en salir. Para esquivar a las minas aplicamos la vieja técnica de la bayoneta, dando un paso cada 5 y 10 minutos hacia una quebrada. El soldado que caminaba detrás de mí descubrió una mina a 10 cm de su pie derecho, justo donde yo había pisado. Tuvimos mucha suerte al no activar ninguna mina cuando entramos en el campo y todos salimos ilesos en esa ocasión, pero muchos combatientes perdieron la vida o parte de sus cuerpos al explotar minas antipersonales en ese conflicto”.

BEBÉ EN GUERRA

Lenin Maximiliano, 43 años, capitán retirado del Ejército, piloto de helicópteros, estuvo en El Oro, sector Tres Cerritos, como piloto de helicópteros de combate del Grupo de Aviación del Ejército, GAE - 42 ‘Portoviejo’. Unos días salió comandando un vuelo a Patuca, desde donde se realizaban las operaciones al Alto Cenepa.
Estaba en Tres Cerritos cuando le sucedió algo especial. “Me llegó un comunicado de que mi primera hija Millysen Valeria, estaba por nacer y, ventajosamente, me autorizaron para salir dos días a Quito. Cuando llegué, la niña ya tenía unas horas de nacida. Para mi fue maravilloso poder ver a mi hijita. Fue una renovación de mi alma y de mi espíritu, en plena guerra. Las horas volaron y regresé enseguida a incorporarme a mi unidad”.
Su hermano Sandino, 46 años, capitán retirado, piloto del Ejército, permaneció en Quito cumpliendo funciones administrativas.

LOS YERNOS

Junto con los hijos, al frente de batalla fueron los yernos de Lenin Torres.
Francisco Cobo, 49 años, coronel retirado del Ejército, en 1995 era de Fuerzas Especiales. Le asignaron la vigilancia de la provincia de El Oro.
Marco Garrido, 47 años, capitán retirado del Ejército, quien entonces fuera yerno de Lenin, estuvo enrolado a Fuerzas Especiales, con la misión de defender Tiwintza, la base más codiciada por los peruanos, convertida en símbolo de aquella guerra.
Esta familia de militares que ha peleado en todas las guerras contemporáneas, no tiene héroes. “Solo Yuri recibió un diploma especial y no reclamamos nada porque todo lo hicimos por amor a la Patria, era nuestra obligación como militares y ecuatorianos. Para mí son héroes solo los muertos y los estandartes de las unidades que estuvieron en combate ”, dice el padre.


El 27 de enero 2015, cuando estaba celebrándose el vigésimo aniversario del enfrentamiento bélico en el Cenepa, volví a preguntarle a Lenin Torres, padre, si el gobierno de Correa que hizo una selección de héroes, les incluyó en la lista y Lenin reiteró que no.  En la selección no tomaron en cuenta los partes de guerra, solo los golpes en las puertas claves.