domingo, 21 de mayo de 2023

EL PODER DE LAS DROGAS PROVOCA GUERRAS COMO EL OPIO EN CHINA

La Chi­na de finales del siglo XVIII parecía tan poderosa y avanzada como los más importantes de Europa, pero era un gigante con pies de barro. Su situación interna era conflictiva. El crecimiento demográfico, las subidas de impuestos, una serie de malas cosechas y los repetidos períodos de hambruna generaron un profundo malestar social que derivó en numerosas rebeliones populares.

Tenía una política de rechazo a las influencias externas que contrastaba con las intensas relaciones comerciales que mantenía con los europeos porque su gobierno no estaba dispuesto a renunciar a la plata que ellos dejaban en sus arcas. A través del puerto de Cantón, en el sur del país, China exportaba té, algodón, seda y porcelana. Los británicos ofrecían tecnología e inventos ingleses, pero por la escasa de­manda interna, los elevados aranceles y la política de puertas cerradas, los chinos importaban poco.

Desesperados por equilibrar la balanza comercial, los europeos usaron la diplomacia para acceder al mercado chino, pero no fue efectiva. Se toparon con la negativa china a abrirse a las potencias occidentales. Y empezó la venta clandestina de opio que se convirtió en un problema interno e internacional que llevó a guerras a China con países de Occidente: Gran Bretaña, Francia, Rusia, Estados Unidos.

LA INVASIÓN DEL OPIO COMENZÓ EN 1723

1723-1725. Gobernó China el Emperador Yongzheng o Yinchen.

1723-1736. China prohibió la venta del opio y el fumarlo constituía un problema castigado con la muerte.

Con la prohibición del opio se originaron las condiciones para traficar ilegalmente, dicen algunos estudiosos del tema. Veamos cómo se expandió el vicio.

18 de octubre de 1735 hasta 1796. Gobernó China el Emperador Qianlong, de la dinastía Qing (nació: 25 septiembre 1711- murió: 7 de febrero de 1799).

1729. Entraron a China doscientas cajas de opio llevadas por los ingleses, holandeses y portugueses.

1757. “La East India Company establece el monopolio de la producción de amapola en la India. En este sentido, en voz de Warren Hasting –gobernador de todas las posesiones británicas en la India- declaraba que el opio es un ‘pernicioso artículo de lujo, que no debe ser permitido más que para el comercio extranjero’. Desde este momento es que el cultivo de la amapola alcanza extensiones en el imperio anglo-indio, que se convierte en el más amplio centro de producción, consumo y exportación del mundo”. (Aparicio; 1972).

1760. Se introducen cuatro mil cajas; en 1796, la cantidad subió a 6.564.

Por estos antecedentes, el Emperador Qianlong rechazó todas  las peticiones de apertura comercial y religiosa que le hicieron representantes del imperio británico:

1759. James Flint hizo la primera gestión diplomática y fracasó.

Agosto 1793. El embajador británico del Rey Jorge III, lord Macartney, intentó por segunda ocasión y también fracasó. “El orgullo inglés chocó con la indiferencia del Emperador Qianlong. El embajador que se negó a seguir el protocolo tradicional para hablar con el Emperador, es decir, postrado desde el suelo, pasó a mostrar toda clase de regalos, de tecnología e inventos ingleses. El Emperador le trató con condescendencia, pero sin interés. Después de ofrecerle un suntuoso banquete, a los días le mandó de vuelta a Londres con una carta donde decía que él ‘nunca había apreciado los artículos ingeniosos’ y que ‘no tenía la mínima necesidad de manufacturas de Inglaterra”.

1796. Qianlong abdicó.

1796 a 1820. Le sucedió su hijo, el Emperador Jiajing o Yongyan (nació: 1760, falleció: 1820).

BRITÁNICOS USARON OPIO PARA EQUILIBRAR BALANZA COMERCIAL

El hermetismo de las instancias gubernamentales chinas acostumbradas a mirar por encima del hombro a cualquier otro país, colmó la paciencia de un imperio británico que pronto se decantaría por medidas me­nos diplomáticas para vencer la resis­tencia comercial del gigante asiático.

“Para lograrlo, recurrieron al tráfico de opio. La adormidera, planta de la que se extrae el opio, se cultivaba en distintas zonas de India y se pro­cesaba en factorías de la Compañía de las Indias Orientales. El opio era adquirido por comerciantes británicos que operaban en Cantón. Una vez en la ciudad, los mercaderes hong, que sacaban su propia tajada del negocio, lo distri­buían al interior del país a través de una decena de puertos”.

LA ‘MEDICINA’ SE CONVIRTIÓ EN PLAGA

En China, la droga era conocida por sus bondades medicinales, pero nin­guna autoridad había previsto los de­vastadores efectos que podía provocar su adicción.

Su contrabando y consu­mo se expandieron por todo el territo­rio con rapidez y provocaron serios problemas, tanto por el elevado número de adictos, como por el déficit comercial frente a Inglaterra que generó una grave crisis social en China. Entonces, este país prohibió en 1800 la importación legal de opio y en 1813 totalmente su uso.

En medio de esa situación, en 1815, los británicos hicieron un tercer intento para lograr apertura comercial, a través de lord Amherst que sumó un tercer fracaso.

LOS BRITÁNICOS ESTALLARON

Cinco años más tarde, en 1820, probablemente ya había un millón de chinos adictos a la droga. El imperio asiático optó por soluciones domésticas, sin importarle la reacción del mundo, lo que le costó caro.

La primera decisión de las autoridades manchúes fue expulsar de Cantón a los trafican­tes de opio. Entre las clases dirigentes chinas había dos posturas. Mientras unos defendían la prohibición absoluta y la represión del tráfico del opio, otros se decantaban por su legalización con el fin de evitar males mayores. La aparición de Lin Zexu, gobernador de Hubei y Hunan sería clave para decantar la balanza.

1820. El Emperador Jiajing o Yongyan falleció. 

1820-1850. Gobernó el Emperador Daoguang (nació: 16 de septiembre 1782-falleció: 25 de febrero 1850).

A esa fecha, el problema de adicción al opio era muy notorio entre las clases dirigentes, funcionarios, incluso príncipes. En 1830 el Emperador Daoguang clamaba en un edicto:

El opio está inundando el interior del imperio celestial. La multitud de consumidores crece día a día, y cada vez hay más gente que lo vende; son como fuego y humo, destruyendo nuestros recursos y haciendo daño a nuestros súbditos. Cada día es peor que el anterior”.

PRIMERA GUERRA DEL OPIO

A finales de 1838, Lin Zexu fue nombrado comisario imperial con la misión de erradicar el tráfico de opio de la provincia de Guangdong, en la que Cantón se hallaba circunscrita. El comisionado chino exigió a los traficantes y a la co­lonia extranjera la entrega de todas las existencias de opio. Por supuesto, los británicos se negaron y la respuesta de Lin Zexu no se hizo esperar. Ro­deó el barrio europeo prohibiendo to­da comunicación con los barcos ancla­dos en la bahía. Los europeos tuvieron que ceder y ver cómo se destruían más de 20.000 cajas de opio valoradas en cinco millones de libras. Estas acciones encendieron la mecha.

Cuando la noticia llegó a Londres, los británicos reaccionaron enviando en 1840, dieciséis buques de guerra y veinte transportes llegaban a las cos­tas chinas cargados con cuatro mil hombres. Tras desplegarse ante algu­nos de los puertos más importantes, el gobierno británico envió una carta a Pekín exigiendo la legalización del comercio del opio, el pago de una in­demnización por las mercancías des­truidas y la apertura de nuevos puer­tos al comercio exterior.

Esta primera derrota china, en la primera guerra del opio, despertó las ansias comercia­les de otras potencias que exigieron privilegios similares a los de los britá­nicos. Fue un duro golpe para su maltrecha economía.

“Política­mente, el fracaso mermó el prestigio de los manchúes en el interior y sacó a relucir todas las debilidades de la obsoleta maquinaria estatal. El ejército, poco acostumbrado a las derrotas, cayó en un estado de abatimiento que lo paralizó. Y múltiples brotes de pro­testa social estallaron en todos los rin­cones del Imperio. El más importante fue la rebelión de los Taiping, un en­frentamiento que rozó la guerra civil entre los seguidores de una secta, el Reino Celestial de la Gran Paz, y las fuerzas imperiales.

En 1841 hubo otro enfrentamiento porque, a pesar del ataque británico, el emperador chino (Daoguang) se negaba a ceder y declaró la guerra a Gran Bretaña que respondió con dureza y tras más de un año de con­tienda en la que arrasaron diferentes bastiones chinos, en 1842, las tropas entraban en la ciudad de Nankín. Tres semanas después China e Inglaterra firmaban el Trata­do de Nankín, que ponía fin a la gue­rra y, entre otras resoluciones, se abrían cinco puertos (entre ellos el de Shangai) a los comerciantes extranjeros y Hong Kong se entregaba a los ingleses a perpetuidad.

SEGUNDA GUERRA DEL OPIO

Con este acuerdo China quedaba a merced de la influencia extranjera y sufriría una tras otra derrotas morales. La mayor se dio durante la segunda guerra del opio (1856-1860). En junio de 1858, la primera parte de la guerra concluyó con el Tratado de Tianjin, en el cual Francia, Rusia y los Estados Unidos tomaron parte.

A la codicia inglesa se añadió la violencia francesa, principal responsable del saqueo y quema del elegante Palacio de Verano de los Emperadores en Pekín.

Entonces, el Tratado de Tianjin, firmado en junio de 1858, fue extendido y ratificado por el hermano del emperador, el príncipe Gong, en la Convención de Pekín del 18 de octubre de 1860. El comercio del opio fue legalizado y a los cristianos se les fueron concedidos todos los derechos civiles, incluyendo el derecho a la propiedad privada y el derecho a evangelizar. Así se puso final a la Segunda Guerra del Opio. Queda claro quién ganó en esos 6 años de guerras.

(Fuentes 1: ‘La Guerra del Opio: cuando China dijo basta al narcotráfico inglés’. José Ignacio Orbe. Madrid 13/02/2022. eldebate.com

2: Resumen de artículo publicado en el número 478 de la revista Historia y Vida.  redaccionhyv@historiayvida.com .

3. ‘Capítulo II. Fase capitalista del opio: la mercancía en el Siglo XIX’. http://www.economia.unam.mx/secss/docs/tesisfe/GuillenVJR/CapII.pdf

4: ‘La segunda guerra del opio’. Wikipedia.)

Mn. 8 mayo 2023.


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