martes, 28 de mayo de 2019

EL DR. TRUJILLO, ENTRE LA CIA Y ESPÍAS

Por Mariana Neira

En la vida del doctor Julio César Trujillo que acaba de dejarnos, hubo un capítulo curioso: su vivencia política entre la CIA y los espías ‘imperialistas’ y ‘comunistas’. Los primeros pretendían evitar que en Ecuador se instalara una revolución como la de Fidel Castro, mientras los cubanos pugnaban por hacerla. Juntos dividieron al país, principalmente Quito, en dos: ‘pro yanquis’ y ‘fidelistas’.
Ese capítulo demuestra que Ecuador, como todos los países del mundo, tienen sus espías que, de manera solapada, sirven a uno u otro ‘imperio’: Estados Unidos, Rusia, China, así como a sus naciones aliadas por ideología e intereses diversos. Es una acción de seguridad nacional que nadie podrá eliminarla, pero sí descubrirla a través de algún ‘topo’ arrepentido o traidor, como el norteamericano Philip Agee.
Comencemos esta ayudamemoria por ubicarnos en el tiempo.
En 1960 gobernaba Ecuador José María Velasco Ibarra y John F Kennedy asumía la presidencia de los Estados Unidos. En Cuba había triunfado la revolución liderada por Fidel Castro y Kennedy ofreció: “Vamos a hacer en América una revolución’. Y vean lo que sucedió.
Un agente de la CIA (Central Intelligence Agency), llamado Philip Agee, había organizado una red de ‘topos’ de derecha para combatir a los ‘fidelistas’ que pretendían hacer en Ecuador una ‘revolución a la cubana’.
En 1967 Agee se retiró de esta organización y escribió su libro Inside the Company, CIA Diary, en el cual relató sus operaciones de inteligencia en varios países, incluido Ecuador. Lo publicó en 1975 y fue traducido a veintisiete idiomas. Sus ex colegas dijeron que lo hizo porque recibió un millón de dólares de la inteligencia cubana, cosa que él desmintió. Sin embargo, es público que mantuvo un estrecho vínculo con el gobierno de Fidel Castro y su libro se convirtió en un arma política del régimen cubano. Agee soportó una persecución que le obligó a cambiar permanentemente de residencia. Vivió entre Alemania y Cuba. En La Habana instaló en el año 2000 la agencia de viajes virtual Cubalinda. En el 2005 aparecía como representante de una compañía petrolera canadiense en América Latina, y cofundador y editor de la publicación en red Covert Action Quaterly. Falleció en la capital cubana el 7 de enero del 2008, luego de una cirugía de úlcera.
La historia contada por Agee en su famoso libro, es como esas películas de espionaje. ¿Fue realidad o ficción? Revisando los datos de prensa se observa una coincidencia en fechas y hechos. Claro que Agee agregó detalles secretos, inaccesibles para un simple reportero.
El relato va de diciembre de 1960  al 17 de noviembre de 1963. En ese tiempo, según Agee, en la Embajada de los Estados Unidos, en Quito, funcionaba una oficina llamada ‘La Estación’. Allí planeaban las acciones de la CIA.
La misión de Agee y su equipo era llevar al gobierno de Ecuador a romper relaciones con Cuba y acabar con los fidelistas. Con ese objetivo reclutó a agentes criollos que cumplían múltiples funciones. Armaron las organizaciones anticomunistas que se encargaban de publicar manifiestos en la prensa y convocaban a las marchas en contra del comunismo. Crearon células terroristas para explotar bombas en las iglesias. No faltó, desde luego, el seguimiento a las personas, la escucha telefónica. Se infiltraban en los movimientos de izquierda y sindicatos para espiar y armar fuerzas de choque que invitaban a actuar violentamente en las manifestaciones pro Cuba.
Agee escribió en su libro Inside the Company, CIA Diary:
“La mayor parte de esta actividad (de inteligencia) la financia el proyecto ECACTOR y cuesta alrededor de 50.000 dólares al año. En un lugar como Quito, mil dólares semanales compran a mucha gente”.
Agee anexó a su libro una lista de más de setenta agentes criollos, con nombres y apellidos. Constan desde simples pesquisas de la Policía, hasta oficiales superiores de esta institución y de las Fuerzas Armadas, incluidos uno que terminó siendo Vicepresidente de la República y otro que integró la dictadura militar de 1963. Los colaboradores civiles eran periodistas, técnicos en comunicaciones, políticos, ministros.
Inmerso en la ‘guerra’ entre ‘imperialistas’ y ‘fidelistas’
Durante las investigaciones sobre esta etapa política del país, encontramos el nombre del famoso político y jurista doctor Julio César Trujillo. En el tiempo de los enfrentamientos entre los seguidores del ‘imperio’ y los ‘fidelistas’, estaba ligado al Partido Conservador y era un anticomunista radical. Sin embargo, no constaba en la lista de Agee como ‘agente’ de la CIA. Con el tiempo, el pensamiento político del doctor Trujillo cambió y en conversación con la autora hizo una estratificación de los agentes criollos que usó Agee:
“Fui de los primeros en leer el libro de Agee y saqué las siguientes conclusiones: El grupo de espías ecuatorianos al servicio de la CIA, estaba subdivido en cuatro subgrupos. Unos eran agentes de la CIA, a sueldo, hombres de la izquierda y de la derecha, con nombres y apellidos, inclusive con la calificación de los servicios que ellos prestaban. Había un hombre de izquierda, un líder socialista que estaba catalogado como el mejor agente que la CIA tenía aquí en el Ecuador, tanto que pensaban, según el libro, trasladarlo a nivel internacional. Asimismo, había otro político de derecha que era agente de la CIA, a sueldo, un políglota, pero bastante deficiente, sin embargo, quería que se le reconozca más méritos de los que justificaban los servicios que prestaba… Los segundos eran funcionarios del gobierno que recibían información de la CIA y, a su vez, le entregaban a la CIA información que el gobierno obtenía por medio de sus agentes... Los terceros eran los ecuatorianos anticomunistas que para impedir el desarrollo del comunismo aquí, en el Ecuador, prestaban servicios recíprocos: proveían la folletería, hojas volantes, etc., para que la agitación se produzca al interior del Ecuador, y los otros promovían la movilización de la gente en contra del comunismo… Los cuartos no estaban vinculados a la CIA, directamente, sino a organismos internacionales de estudios y de desarrollo, financiados en el extranjero por la CIA”.
La iglesia coincidía ideológicamente con los ‘fidelistas’
La presión de la izquierda ecuatoriana que buscaba captar el poder siguiendo el ejemplo de la revolución cubana, generó al interior del país un debate social y propuestas nuevas.
Lo analizó Julio César Trujillo que estuvo vinculado por un tiempo a los anticomunistas y luego se involucró en la defensa de los campesinos:
“El conflicto político religioso en el Ecuador, que en Latinoamérica queda solventado a comienzos del siglo XX, se prolonga prácticamente hasta la década del 60. La política ecuatoriana se define en torno a problemas político religiosos más relacionados con el culto y la moral que con el dogma. Se decía entonces que los de derecha oíamos misa a mediodía, para que los creyentes nos vieran oír misa, y que los de izquierda oían misa en la madrugada, para que nadie se enterara que oían misa… Era también moral. Era de izquierda el que propiciaba el divorcio, de derecha aquel que no estaba de acuerdo con el divorcio. Esos son los problemas que definen a la política ecuatoriana. De ahí que, un gran terrateniente que no oye misa, es de izquierda, el terrateniente vecino que oye misa, es de derecha. Los dos terratenientes con huasipungueros, los dos propietarios del agua, no permitían que el agua beneficie a las poblaciones vecinas, sino a cambio de una renta”.
En la década del sesenta, la Junta Nacional de Planificación empezó a publicar datos sobre la realidad económica, social, cultural del Ecuador y los políticos emprendieron en una discusión sobre la distribución de la tierra, la propiedad del agua, el analfabetismo, el desempleo y las remuneraciones de los trabajadores.
Y para sorpresa de muchos, la iglesia se sumó al debate en un evento que no se ha dado importancia: el Concilio Vaticano II. Julio César Trujillo dijo sobre este tema:
“No se le da importancia, pero en Ecuador es decisivo. ¿Por qué tiene importancia? Porque el Papa Juan XXIII y el Concilio dijeron que la política y la religión se movían en ámbitos distintos, aunque de alguna manera comunicados. Por consiguiente, un católico podía perfectamente sostener tesis sociales, económicas, etc., que no necesariamente tenían que ser aquellas que perpetuaran un sistema de injusticia”.
El Concilio Vaticano II se inauguró en 1962 con una predisposición a reflexionar sobre "una teología que partiera de la palabra viva de la realidad de nuestros pueblos". Entonces, en América Latina empezó a hablarse de la Teología de la Liberación, con una iglesia que tuviera "opción preferencial por los pobres". En este plan estaba el ‘Obispo de los indios’, monseñor Leonidas Proaño. Formó en Chimborazo, las Asambleas Cristianas que hacían una evangelización urbana a domicilio, con lecturas bíblicas, proceso extendido al campo con las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE), creadas en 1962, para alfabetizar a los indígenas. Ellos, con la letra en la mano comenzaron a descubrir y reclamar sus derechos. Este trabajo cristiano, social de los curas fue visto como peligroso y “comunista”, especialmente por los hacendados inmersos en los grupos anticomunistas.
La réplica a este pensamiento y movimiento religioso fue la Alianza para el Progreso planteada por los Estados Unidos.
Durante el gobierno de Carlos Julio Arosemena (que destituyó a Velasco Ibarra), el historiador Jorge Salvador Lara fue actor político como diputado de derecha. En su libro Breve historia contemporánea del Ecuador dio su opinión sobre ese tiempo:
“Una sorda lucha de influencias internacionales contrapuestas se desarrollaba mientras tanto en el Ecuador tratando de manipular la política ya a favor ya en contra de los Estados Unidos. Un agente de la norteamericana Agencia Central de Inteligencia (CIA), Philip Agee, dio a conocer años más tarde su intervención en la política ecuatoriana y los censurables medios utilizados para desestabilizar aún más el gobierno del doctor Arosemena Monroy, con participación de destacados políticos nacionales de varios partidos, incluso incrustados en el propio gabinete ministerial, y hasta miembros de las Fuerzas Armadas, que con grave quebranto de la ética y el patriotismo se habían puesto al servicio de aquellos turbios manejos.”
Así fue. Todos se unieron, esta vez, para destituirle a Arosemena Monroy. Se intensificaron los ataques escritos y verbales entre conservadores y gente de izquierda; mientras, la Radio El Mundo de Guayaquil le instaba al Ejército a tomarse el poder.
El 17 de abril de 1963, un comunicado publicado en el diario El Comercio decía:
“Como nunca en el Ecuador ha llegado la hora de las definiciones, se está con el comunismo internacional o contra él… el marxismo ha sido incapaz de dar a las masas el bienestar económico que predica… En Cuba han descendido tanto los factores de la producción y el consumo desde que Fidel Castro usurpó el Poder, que ese pueblo martirizado y esclavizado se debate en una miseria sin precedentes…”
Después enumeraba los actos comunistas registrados en el país: viajes a países comunistas, introducción de literatura comunista, reuniones de comunistas, enfrentamientos de comunistas con ‘personas de bien’, agresiones de comunistas.
Firmaban este comunicado treinta y nueve personalidades, incluidos militares. Entre ellos estaban algunos conocidos: Jorge Salvador Lara, Julio César Trujillo V., Fausto Cordovez Ch.
- ¿Doctor Trujillo, usted firmó el documento?
- Seguramente. El anticomunismo cubría una gama, desde agentes hasta los activistas políticos que nos iniciábamos y firmábamos esta clase de documentos. Esos documentos seguramente eran publicados con asistencia de la CIA. ¿A quién? No sé ciertamente, yo no tuve contacto precisamente (con los vinculados a la CIA), yo no tenía mayor figuración política, apenas comenzaba cierta presencia. Debo haber tenido 31 o 33 años. La gente aquí, en el Ecuador, hacía ese trabajo: recogía firmas, movilizaba a la gente y todo lo demás… nosotros éramos simple carne de cañón y, por consiguiente, no pesábamos mucho… Con un amigo convinimos en que no asistiríamos a las invitaciones de la embajada americana, porque veíamos que allí se fraguaban otras cosas de las que nosotros no teníamos conocimiento directo. Desde entonces me he excusado de asistir a la embajada americana, últimamente ya no me han invitado porque como he dejado de concurrir, seguramente dicen éste ya no viene, para qué vamos a gastar en invitación”…
Un ‘dictablando’ le desterró al inhóspito oriente
Tras otro velasquismo llegó al poder el general Guillermo Rodríguez Lara. La suya, decían, era una ‘dictablanda, pero no tan blanda. No aceptaba críticas de sus opositores y en octubre de 1973 ordenó detener a líderes políticos de toda filiación que pedían el retorno a la democracia. Uno de los encarcelados fue el ‘fidelista’ Manuel Araujo Hidalgo. Lo que sucedió fue narrado por su hijo Manuel:
“Mi padre fue un crítico tenaz de la dictadura y por la ligazón que tenía con Velasco, fue detenido. Le mandaron (desterrado) al Oriente, a Lorocachi, un lugar horroroso. No tenían ni alimentos. Era un sitio de castigo para los militares. Mi padre pasó cincuenta y cinco días allí. También estuvieron presos Francisco Huerta, Julio César Trujillo, Gonzalo Oleas, Abdón Calderón, unos siete en total. Les mandaron a Montalvo, al Curaray (en la frontera con Perú)”.
Así de agitada fue esa etapa de la vida del doctor Trujillo, un político honesto que terminó su vida luchando por la libertad y contra la corrupción, línea que debemos seguir todos los ecuatorianos.
(Esta nota es un resumen del libro ‘Un ciclón llamado Fidel’ (Primera Edición), publicado por Mariana Neira, en octubre 2010).


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