lunes, 20 de julio de 2020

SI NO HAY CAMAS EN LOS HOSPITALES, TOCA AUTOCURARSE

Esto le sucede a la persona que comienza con síntomas de coronavirus:
No quiere ir al hospital o centro de salud público por miedo a contagiarse más o no salir vivo de allí.
Si decide ir, el famoso 171, si tiene la suerte de que le conteste, le dice que espere, que ya manda un médico que nunca llega.
Si va al hospital aún caminando, los médicos no le atienden o le dicen: no hay cama, espere o váyase a su casa a hacerse este tratamiento: póngase en cuarentena, tome esta medicina, si no puede respirar busque un respirador.
Si llega grave al hospital, su familia debe comprar medicinas que no existen en el mercado, pero las venden los ladrones de medicinas de los hospitales, a precios altísimos, y la familia tiene que ‘hacer vaca’ o buscar quien le fíe.
Piensa en ir a una clínica privada, pero no tiene dinero y corre el riesgo de que si muere su cuerpo quede allí, secuestrado, hasta cuando la familia pague la enorme cuenta.

Con la muerte acechándole, el enfermo busca como último recurso tratamientos alternativos con hierbas medicinales o algún químico compuesto artesanalmente, al apuro. Los científicos pro farmacéuticos, con la OMS (Organización Mundial de la Salud) que los apoya, ponen el grito en el cielo: ¡no es medicamente aprobado!
Pero en las últimas horas sorprendió la valentía de un médico ecuatoriano que contó a asambleístas y representantes de la OPS (Organización Panamericana de la Salud) haber sido contagiado de coronavirus y, al borde de la muerte, en su desesperación decidió tomar dióxido de cloro y se curó. Frente a las miradas de censura les preguntó a los participantes en esa telereunión: “¿Si está en peligro su vida y se presenta esa opción no lo harían? Todos enmudecieron. (Nota: Médico del hospital Enrique Garcés afirma que tomó dióxido de cloro y se salvó del COVID-19; especialistas advierten que es tóxico. El Universo. 17 julio 2020).
Desde entonces –suponemos- este médico debe estar viviendo un conflicto interno porque no suministra a sus pacientes el dióxido de cloro que le salvó la vida, porque está prohibido.
Las organizaciones mundiales de la salud se ocupan más de prohibir el uso de productos que no elabora la industria farmacéutica, que de participar en la investigación de alternativas curativas. El biofísico alemán, Andreas Kalcker, dijo que el dióxido de cloro es bueno para curar algunas enfermedades, ahora el coronavirus. Varios le creyeron y al momento este producto es muy solicitado en Latinoamérica. Un médico ecuatoriano que lo distribuye dijo que “ha salvado a 2.000 personas”. Y promueve un uso regulado: “diluido en agua en proporciones específicas”. La OMS debería decir si esa mezcla y la dosis son los correctos, y contar los salvados por este producto, así como los intoxicados o muertos. Hasta ahora solo conocemos, por relatos, que una dosis al paciente que está a punto de morir, le salva la vida. En cambio los detractores se fijan mucho en los graves efectos secundarios que podría ocasionar. (Notas: A falta de vacunas, ecuatorianos acuden a métodos ingeniosos contra el COVID-19. Agencia EFE. Por  HGV. 25 mayo, 2020. Investigador boliviano asegura que el consumo de dióxido de cloro podría ocasionar una catástrofe sanitaria. Correodelsur.com, 19 de julio 2020.).
Lo que hizo el médico quiteño al confesar que consumió este producto para salvarse de la muerte, muestra el instinto de supervivencia humana del que tanto hablamos. Por sobrevivir hacemos muchas cosas.
La desesperación
En todas las ciudades por donde ha pasado el coronavirus se han dado colapsos sanitarios. “No hay camas”, es la noticia frecuente. Empieza la desesperación. Muchos buscan como alternativa, las clínicas que sacan los ojos de la cara de los familiares del enfermo y secuestran a los muertos si no pagan la cuenta. Lo reveló el hijo de una fallecida en Guayaquil que debía $67.000 a una clínica. (Nota: Coronavirus: Clínica tiene que disculparse por retener cadáver como prenda. El Expreso. 14 mayo 2020).
Si el enfermo consigue la atención en un centro de salud pública se encuentra con otro problema: “No hay medicinas”. Esta es una noticia poco difundida afuera, circula más por los corredores de los centros de salud.
La familia del enfermo corre de farmacia en farmacia hasta que cae en las trampas de la especulación y de traficantes de medicinas robadas. Roberto Gilbert, propietario de la clínica Guayaquil, administró Actemra a los pacientes más graves. Las ampollas que los distribuidores vendían normalmente a 200 dólares, él las compró a 300, “después supe que la vendían hasta en USD 600”.
Se agudizó la escasez y los familiares recurrieron al internet poblado de demonios más que de santos. Allí estaba el puro músculo, Abraham Muñoz, que al tiempo que entrenaba a su íntimo amigo Daniel Salcedo (el que cayó con la avioneta), vendía ampollas de Actemra, al comienzo, a 800 dólares, después a 1.200. Otro demonio: un ex futbolista, la vendía a 3.500 dólares.
Ahí no termina el cuento. Esas ampollas habían sido robadas por él mismo, quizás, por sus ‘panas’ de la mafia, quizás, al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, IESS. Para que no pierda su efectividad, esta ampolla se mantiene refrigerada, pero Muñoz –no sabemos si por maldad o por ignorancia- las cargaba en cajas de cartón, de arriba abajo, por las cálidas calles guayaquileñas. Al llegar al hospital e inyectarla al paciente, este moría porque la ampolla había perdido su valor curativo. La doctora Julieta Sagnay se salvó de la muerte porque a Muñoz se le había acabado el stock de ampollas. Recuperada denunció que algunos médicos murieron por causa de Muñoz.
Un estudio jurídico guayaquileño pidió pena máxima de 39 años de prisión para este traficante de medicamentos. Igual pena deberían pedir para los demás integrantes de esta mafia de ‘los locos que aman’… el dinero. (Notas: Dos médicos fallecieron tras comprar fármaco vendido por Muñoz. Primicias.ec  14 julio 2020. Piden investigar el mal uso del medicamento que vendía Abraham Muñoz. El Universo. 17 julio 2020. ¿Cómo vendía Abraham Muñoz, amigo de Daniel Salcedo, medicamentos donados al IESS contra la Covid-19? Vistazo. Miércoles, 08 de Julio de 2020).

Pero no solo las mafias manejan precios exorbitantes para las medicinas, también los mismos laboratorios. Salió al mercado el Remdesivir como una medicina casi salvadora del coronavirus, pero ¿sabe cuánto cuesta cada dosis? 390 dólares (casi el sueldo mínimo vital de un ecuatoriano). El tratamiento medio es de cinco días y seis dosis, o sea, cuesta en total 2.340 dólares. “Utilizando los precios de los ingredientes farmacéuticos activos para construir estimaciones,  Remdesivir, producto experimental de Gilead para el ébola, podría hacerse por tan solo 93 centavos para un suministro diario. Gilead dijo que la cifra no ‘refleja con precisión’ los costos de fabricación a escala, pero no dio sus costos”. ¡Tremenda utilidad! (Nota: Tratamientos coronavirus podrían tener bajos costos de producción, pero sería difícil fabricarlos a gran escala. Infobae. John Miller. 10 abril 2020).

Preferible automedicarse
Estos problemas han activado la imaginación humana. Varias personas prefieren tratarse en sus casas con los telemédicos y combinar las pastillas que recetan los médicos con ‘agüitas de viejas’ hechas con hierbas naturales. Otros (ya lo anotamos) van por compuestos químicos que se han inventado. Veamos algunos ejemplos:
En Nicaragua, donde el gobierno dejó a la gente a su suerte y entierra a los muertos por el coronavirus, sigilosamente, en las noches, a una joven con coronavirus, su madre, sicóloga, la trató en casa así:
La puso en cuarentena en su habitación, a donde entraba solo la madre.
La enferma usaba vajilla exclusiva.
Todos los días, en ayunas, la enferma y su familia bebían té de agua tibia con limón. Para acostarse bebían té de canela, con jengibre y manzanilla.
Todos se lavaban las manos cada 40 minutos.
La enferma sentía cansancio, pero no tuvo problemas para respirar.
Salía a la sala con mascarilla y guantes. El mueble que usaba era desinfectado.
La joven se recuperó y su familia no se contagió.
(Nota: Testimonio: “Atendí a mi hija con covid-19 en casa y se recuperó”. Confidencial.com.ni.  21 mayo 2020)
En Ecuador hay personas que se han tratado de la misma manera, pero con variaciones en la bebida.
Para prevenir el coronavirus, en algunas casas están bebiendo por lo menos 1 día a la semana, agua de jengibre y manzanilla, con 4 rodajas de cebolla colorada, 2 dientes de ajo, 2 hojas de eucalipto. La beben en la mañana y en la noche. En la última taza, para acostarse, agregan 1 pastilla efervescente de vitamina C o 1 limón. Si tienen, agregan miel de abeja. Si hay un enfermo de gripe, le dan a día seguido, hasta que se cure, 3 tazas al día: en la mañana, en la tarde y en la noche. Si se agrava, llaman al médico y combinan esta agua con las medicinas convencionales.
A cinco familiares sobrevivientes de la primera víctima del coronavirus en Ecuador, en la provincia de Los Ríos, el ministerio de salud les hizo las pruebas y desapareció. Por la televisión se enteraron que estaban contagiados del virus. Dijeron que les iban a enviar médicos, llegaron, pero “a decir la verdad, nosotros nos curamos por nuestros propios medios, no por el Ministerio de Salud”. ¿Cómo? “Reforzamos el sistema inmunológico con medicamentos naturistas, cloruro de magnesio, vitamina C y complejo B. También hicimos un remedio casero que nos enseñaron nuestros abuelitos con leche, aloe vera, pasas y jengibre”. (Nota: “Nos curamos por nuestros propios medios”, dice paciente recuperada de Covid-19. Primicias 24 marzo 2020).
Otro caso parecido se dio en Quito. Madre, padre y tres hijos no creían en el coronavirus, creían que era “algo político”, pero de uno en uno empezaron a sentir los terribles síntomas. “Los médicos del centro de salud nos proporcionaron paracetamol y nos prohibieron salir de la casa”. La madre buscó remedios naturales por internet “y preparamos infusiones con hojas de eucalipto, consumimos vicks vaporub”, pronto empezaron a curarse.
En las ‘recetas naturales’ improvisadas se ve un denominador común: son hechas con vegetales conocidos por su capacidad para curar el aparato respiratorio. Este es el remedio de pobres.



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