sábado, 22 de octubre de 2011

¿POR QUÉ LOS CORONELES CHIRIBOGA Y MERA ESTÁN INVOLUCRADOS EN EL CASO RESTREPO?

El 22 de junio de 1988, los Restrepo le hicieron llegar una carta al presidente León Febres Cordero, manifestándole sus dudas sobre el accidente y la necesidad de una profunda investigación. El presidente, en la misma nota sumilló esa orden al ministro de Gobierno Heinz Moeller… los generales se pusieron en acción. Encargaron la nueva investigación al mayor José Gabriel del Pozo que formó un equipo interinstitucional, de élite, con Doris Morán a la cabeza.
En la primera reunión, el 15 de julio, estuvieron Morán y los detectives 06 (desconocido), 015 (desconocido), 023 Edwin Pazmiño Sagbay, 134 (desconocido) y 136 Jenner Arboleda, por el SIC; capitán Robalino y teniente Rueda, por el GIR; y teniente Edmundo Efraín Mera Hernández y Juan Sosa Mosquera, por la UIES.
El 8 de enero de 1988, Mera Hernández y Sosa Mosquera laboraban en el SIC-10. Sosa, incluso, tuvo ese día el primer turno de guardia de la noche en los calabozos del SIC-P.
Desde el 20 de julio hasta el 8 de septiembre, manteniendo la teoría del accidente de tránsito, este equipo fue por segunda vez a la quebrada Paccha, para –según escribió Morán en su informe- “realizar otro rastreo minucioso para tratar de obtener alguna evidencia más convincente en torno al caso que se investiga”. El juez policial, Pedro Marcelo Carrillo Ruiz, escribiría después en un proceso judicial contra Barrionuevo, Del Pozo, Valenzuela y Morán cumplido en octubre de 1991, que “esta búsqueda se hizo ante los escándalos e insistencia de los padres”.
Del Pozo aseguró que en ese rastreo “intervinieron prácticamente todas las fuerzas: Ejército, Marina, FAE, Policía Nacional, instituciones que han aportado con recursos humanos y medios técnicos: hombres ranas, helicópteros, sistemas de comunicación”.
Las evidencias del accidente que “encontraron” fueron: pedazos de tapiz del carro y otras partes pequeñas, “un pedazo de tela de camisa color crema que en la tarde le llevaron a la familia Restrepo que dijo no coincidir con ninguna prenda que llevaban puestos sus hijos el día de la desaparición”. La familia desmintió: “Jamás trajeron ese pedazo de tela”. Dos toallas higiénicas, un pelo negro, un pedazo de piel de animal.
Haciendo un paréntesis en su “esmerada” búsqueda, el 21 de julio llegaron a la casa de los Restrepo ocho policías, encabezados por Morán. Preguntaron cómo iban vestidos Santiago y Andrés. Más énfasis pusieron en averiguar la característica de sus zapatos.

Mientras tanto, continuaban las ofertas de “entrega” de los niños. El 25 de julio, Luz Helena fue a la casa de los Morán a reclamar por uno de los incumplimientos. La enérgica insistencia de la madre provocó el llanto de la subteniente que preguntó:
-Bueno señora, ¿y si ahora sí le lleváramos una prenda de sus hijos?
-¡Entonces demostraré al mundo que no hubo accidente! –respondió Luz Helena.
En febrero, Morán se “cortaba la cabeza” porque Santiago y Andrés no estaban en la quebrada y en julio ofrecía evidencias de que los chicos se accidentaron.
“Estas palabras me dieron un ataque de histeria y los padres de ella tuvieron que sacarme sostenida. A los tres días, el 28 de julio de 1988, trajeron el zapato”. A su hermana Martha Cecilia le contó cómo fue esa escena: “Morán llegó a devolver la jaba de colas que los policías pedían a la familia todos los días para refrescarse en su “ardua búsqueda” en la quebrada. Ella se fue y minutos después llegaron el teniente Edmundo Mera Hernández y el teniente Miguel Ángel Chiriboga, con un maletín pequeñito. Sin decirle a Luz Helena qué llevaban en ese maletín, le pidieron que les permitiera hablar con la empleada en el sitio más reservado de la casa. Luz Helena les señaló el comedor pero se quedó escondida detrás de una pared y escuchó que a su empleada Dora Lara le preguntaban:
-¿Este es el zapato de uno de los jóvenes?
-Sí, este es el zapato del niño Santiago.
Luz Helena oyó y entró.
-¿Qué pasa?
La madre vio el zapato.
-¡Es el zapato de Santiago! –gritó y de inmediato preguntó:
-¿De dónde traen este zapato?
-De la cascada –contestó Mera.
Con la empleada observaron el zapato. A Dora le sorprendió la zuela usada, como si Santiago hubiese caminado entre rocas, piedras. Esos zapatos Santiago se los había puesto, por primera vez, el día de su graduación, sobre una alfombra, y la segunda, el 8 de enero de 1988. “A Luz Helena le llamó la atención que el zapato no mostrara evidencias de haber permanecido a la intemperie durante siete meses. No estaba deformado, no tenía muestras de pantano seco ni humedad interior, solo en la punta, parte externa, estaba deliberadamente sucio”.
Mera Hernández diría después: “Limpié el zapato con la finalidad de poder observar en mejor forma y de esa manera poder llevar ante los ojos de la señorita Dora Lara para el reconocimiento”. No explica por qué buscó a la empleada y no a la madre.
Las dudas expresadas por Luz Helena, no preocuparon a este policía.
-Señora, ¿dónde compró los zapatos? –preguntó el policía.
-En Bogotá –respondió Luz Helena.
Mera insistió hasta cuando Luz Helena confesó la verdad: los había comprado en Medellín. “El oficial mostró un rostro de alivio, como si hubiese hecho un gran descubrimiento”.
Para mostrarles el zapato, del Pozo les convocó a los Restrepo… el 30 de noviembre. Luz Helena, Pedro, Martha Cecilia y Dora Lara, así lo hicieron. El mayor les envió a la Brigada de Menores. Allí estaba Edmundo Mera, de la UIES y al poco rato llegó del Pozo. Mera sacó de unos periódicos viejos y sucios, tres zapatos, dos de Santiago y uno de Andrés. La familia se sorprendió porque dos días atrás, del Pozo había hablado de un solo zapato.
… Luz Helena se dirigió al teniente Edmundo Mera.
-¿Por qué cuando me llevó el zapato a mi casa, el 28 de julio, no anotó las observaciones que hice sobre el estado del zapato?
-No lo hice.
La madre insistió por una respuesta.
-Porque yo no escribo lata –dijo Mera Hernández.
Argoti fue ese día al SIC, llevando un cassette con una conversación de la subteniente Morán con los Restrepo. La familia quería que lo entregara a la Policía como una prueba del engaño de esta mujer.
Este segundo cassete de la historia, lo recibió el mismo José Gabriel del Pozo que lo pasó al teniente Juan Sosa y él, al teniente Edmundo Mera “para que lo escuchara y realizara su transcripción mecanográfica. Dándose cuenta que su contenido no aportaba en mayor forma para la investigación que realizaba”, el teniente Sosa lo usó en otros trabajos y borró la evidencia”.
El teniente coronel Elías Federico Mera Cevallos… había asumido esa jefatura (del SIC-P) en septiembre de 1988 y por la trascendencia nacional e internacional que adquirió el caso, dispuso que el teniente Miguel Angel Chiriboga Hurtado, jefe de la Brigada de Menores, y el agente Luis Sampedro, elaboraran un informe relámpago.
Chiriboga y el teniente Edmundo Mera Hernández, fueron identificados por Luz Helena como los hombres que tiempo atrás la habían perseguido desde tempranas horas de la mañana por todas las iglesias a donde iba a orar. Chiriboga también participó en el “descubrimiento” de los zapatos.
El 12 de diciembre de 1988, Chiriboga y Sampedro presentaron un informe subjetivo y bastante contradictorio. Sostenían a rajatabla que hubo accidente de tránsito, pero también una posible fuga del hogar, lío de faldas y narcotráfico.

Páginas 83, 84, 85, 87, 99, 100, 101, 105, 106 del libro “Caso Restrepo, crimen de Estado”, de Mariana Neira, Editorial Eskeletra, 1998.

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