sábado, 26 de noviembre de 2016

LAS CUATRO VISITAS DE FIDEL A ECUADOR

PRIMERA
Para acercarse a Fidel Castro, el presidente de Ecuador, José María Velasco Ibarra buscó la ayuda de su amigo Manuel Araujo Hidalgo. Posiblemente por su posición política, los dirigentes del Movimiento Velasquista le habían excluido a él de su lista de candidatos a legisladores, 1968. Ante esta situación, decidió lanzarse como independiente, y ganó. En el Congreso, el diputado mantuvo “una línea revolucionaria muy suya”, según interpretó la prensa. En uno de sus discursos afirmó que no había otra alternativa que el marxismo-leninismo y deploraba estar en la Cámara y no en la guerrilla. De paso defendió tenazmente al Presidente Velasco Ibarra, quien, según Manuel Araujo hijo: “Le quería mucho a mi padre, porque era ejemplo de lealtad y gratitud”. El sentimiento era mutuo. Los dos políticos mantuvieron por siempre una gran amistad, con un matiz de complicidad.
Araujo Hidalgo estaba en el Congreso, cuando el Presidente Velasco Ibarra le invitó a ir al Palacio de Gobierno. Este episodio fue narrado en el libro Fidel en el Ecuador, la visita de Fidel a Guayaquil en 1971, escrito por el catedrático y político socialista, Germán Rodas Chávez, quien ha tenido una estrecha relación con los cubanos. Para redactar este texto, le entrevistó al doctor Manuel Araujo Hidalgo, en el 2001. De este libro, la autora extrajo algunas citas útiles para aclarar este momento histórico.
Araujo Hidalgo le contó a Rodas que, en noviembre de 1971, Gustavo Cordovez Pareja, Jefe Civil de la Casa Presidencial, le llamó por teléfono para decirle que el Presidente le invitaba a almorzar. “¿Será acaso que me van a designar con algún cargo?, pensó Araujo”. En la mesa, el político estaba sentado a la izquierda de Velasco Ibarra. Terminado el almuerzo, fijándole su penetrante mirada, el mandatario le preguntó:
- Doctor Araujo, ¿y su amigo Fidel Castro no va a visitar el Ecuador?
- No Presidente, hay dos motivos por los cuales no podría venir Fidel al Ecuador. El primero, porque no tenemos relaciones diplomáticas con Cuba, desde 1962, y el segundo, porque usted no lo ha invitado.
La pregunta de Velasco les tomó por sorpresa a todos, incluso la respuesta. Velasco regresó a ver a su derecha y se encontró con los ojos del Ministro de Defensa, Luis Robles Plaza, a quien le dijo:
- Ministro, ¿le invitamos a Fidel?
Robles Plaza apuró un sorbo de su café y guardó silencio. El mandatario, comprendiendo que había puesto en un atolladero a su Ministro de Defensa, dirigió igual pregunta al vicealmirante Cruz Polanco, sentado frente al mandatario ecuatoriano. Tajantemente, él respondió:
-Invítele Presidente.
La firmeza de la respuesta del vicealmirante le proporcionó agallas a Robles Plaza, quien dijo:
-Sí, hay que invitarlo.
Cuando todos se retiraron de la reunión, Velasco Ibarra le pidió a Araujo Hidalgo que se quedara. Estando los dos solos, el Presidente le preguntó:
- ¿Puede usted comunicarse con Castro?
- Sí Presidente.
- Pues dígale que le invito a Quito.
Manuel Araujo hijo confirmó esta versión de Germán Rodas a la autora que le planteó esta inquietud:
- ¿El doctor Velasco le buscó a Fidel o Fidel a Velasco?
-Fue mutuo, porque mucho antes, el Comandante (Fidel Castro) le había expresado su admiración al doctor Velasco Ibarra, por el hecho de 1961 (anuncio de la invasión estadounidense a Playa Girón), acto de extrema solidaridad con el gobierno de Fidel.
Además, el Fidel revolucionario de los sesenta, en los setenta sentía el peso del aislamiento y quería un acercamiento a los países latinoamericanos, restablecer las relaciones diplomáticas rotas. La oportunidad le abrió Chile que había elegido al Presidente socialista, Salvador Allende, quien le invitó al líder cubano a visitar su país. Curiosamente, Velasco Ibarra que no era socialista, ni comunista, también quería darle la mano a Fidel Castro.
Rodas contó en su libro lo que sucedió al siguiente día del almuerzo con el Presidente Velasco Ibarra:
     “Araujo Hidalgo preparó y envió un texto, cifrado… a la Embajada de Cuba en Santiago de Chile, en cuya ciudad Fidel Castro se hallaba en visita oficial al Presidente Allende. En el telegrama enviado a Chile, Araujo transmitió la invitación de Velasco Ibarra para que Fidel y su delegación visitaran la ciudad de Quito”.
Dos días después, la Embajada de Cuba, en Chile, le envió a Araujo Hidalgo la aceptación a la invitación, pidiéndole:
     “Sírvase tramitar ante su gobierno visa a favor de un funcionario cubano que viajará desde Santiago a Quito para conversar sobre la invitación”.
La gestión se hizo de inmediato:
     “Con el telegrama de respuesta en la mano, Araujo Hidalgo se dirigió a la Casa Presidencial, a fin de explicarle al mandatario el requerimiento de la visa al funcionario cubano. Velasco Ibarra, entonces, telefoneó al Canciller de su gobierno, el Dr. Rafael García Velasco, para que este dispusiese al embajador del Ecuador en Chile (Alfredo Correa Escobar) la emisión urgente de la visa… el diplomático desatendió tal pedido…. Un nuevo télex de la embajada cubana en Chile llegó a manos de Araujo, informándole sobre la actitud del embajador ecuatoriano, queja que fue trasladada por el mismo Araujo Hidalgo al doctor Velasco Ibarra”.
¿Cómo se doblegó la resistencia del diplomático? Rodas relató en su libro:
     “El Presidente le llamó al Canciller por teléfono diciéndole: ‘Dígale al embajador en Chile que es una orden mía. Si no la quiere cumplir que presente inmediatamente la renuncia a su cargo”.
Y la visa le fue concedida, de inmediato, a Jorge Luis Joa Campos. En su curriculum consta que él fue miembro de la Dirección General de Inteligencia de Cuba. Manuel Araujo Hidalgo le recibió al funcionario cubano, en el aeropuerto, y juntos se dirigieron al Palacio de Gobierno, donde les esperaba Velasco Ibarra. Solos, los tres, Joa Campos le dijo al mandatario ecuatoriano:
     “Presidente, traigo un mensaje concreto del Comandante Fidel Castro. Primero, el agradecimiento por la gentil invitación suya para que visite Quito, y en segundo lugar, el pedido expreso para que su encuentro con el Comandante se produzca en otra ciudad, debido a las dificultades que entraña el aterrizar en Quito”.
Velasco Ibarra aceptó el pedido:
     “Comprendo, señor, dígale que venga a Guayaquil”.
Y comenzaron los preparativos. El gobierno ecuatoriano formó una comisión organizadora del encuentro. La integraron los ministros de Gobierno, Jaime Nebot Velasco;  de Defensa, Luis Robles Plaza; y de Relaciones Exteriores, Rafael García Velasco. Manuel Araujo Hidalgo era el nexo. Con Joa Campos auscultaron el criterio de las Fuerzas Armadas del Ecuador que se comprometieron a dar todas las seguridades para el encuentro. La prensa nacional empezó a hablar del asunto, recién el 2 de diciembre, diciendo que se trataba de “una escala técnica”. El Comercio y El Universo se limitaron a la simple información, mientras El Telégrafo manifestaba “prejuicios ideológicos” y publicaba “las mentiras más burdas”, según escribió Rodas.
El avión con Fidel Castro y su comitiva aterrizó en la base militar de Guayaquil, el 4 de diciembre de 1971, a las 6 y 25 de la tarde. Era la primera vez que el líder de la revolución cubana pisaba suelo ecuatoriano. Sus simpatizantes le esperaban en el aeropuerto, con banderas cubanas en la mano, gritando: “¡Cuba sí, yanquis no!”.
Los cronistas le acribillaron con preguntas al visitante, quien no dudó en criticar el desorden de los periodistas. Luego expuso sus ideas políticas. A un periodista que se autoproclamó “revolucionario”, le cortó el discurso. A otro que le cuestionó por el presunto abandono al ‘Che’ Guevara, mientras peleaba en la selva boliviana, le preguntó: “¿A qué agencia perteneces?” Según la prensa de la época, fueron cuarenta minutos de caos, tres vasos de agua y una brusca despedida del Comandante. Se dirigió al comedor, para asistir a la cena oficial ofrecida por el Presidente Velasco Ibarra.
En un diálogo con la autora, Rodas dijo sobre el incidente de Fidel Castro con la prensa:
     “Fueron preguntas manipuladas por grupos anticastristas. Uno de los periodistas, que pertenecía al diario El Telégrafo de aquella época, le enfrentó (a Castro) con una serie de preguntas como: ¿cuántas personas se fusilan en Cuba? Tipos de cosas así, que demuestran la connotación ideológica. Fidel respondió en la forma que él suele hacerlo. Fueron mucho más ponderados periódicos como El Universo, El Comercio, que reseñaron la noticia”.
- Sin embargo, el asunto de los fusilamientos era conocido, especialmente después de los sucesos de Playa Girón, por los relatos que hizo la ‘prensa amarilla’. Y Velasco lo mencionó y justificó durante su discurso en la cena, en Guayaquil -le digo a Rodas.
-Pienso que esta es una de las revoluciones más especiales. Los procesos revolucionarios, las confrontaciones, la lucha armada, la lucha popular y social, evidentemente, enfrentan a pueblos en su acción. Y cuando es por la vía de las armas, pues, evidentemente, sabemos a lo que se van o a lo que vamos las gentes en un proceso de esta naturaleza. Pero yo creo que después de Playa Girón, no hubo fusilados porque como los estaban esperando y como fue fácil dominarles, lo que hubo es un número importante de presos y de arrepentidos posteriormente. Y creo que una de las virtudes de Castro, más bien, fue su mensaje permanente a la gente, en Sierra Maestra, señalando que nunca hay que abusar del enemigo que se rinde. Lo que sí hubo, claro, fueron acciones y juicios populares a la gente que había asesinado a mansalva, por orden de Batista. Más bien allí hubo acciones de esa naturaleza. Pero claro, también la información de la realidad histórica, es parte del combate ideológico.
Después de la agria rueda de prensa, Castro y Velasco Ibarra se reunieron por 15 minutos en el casino de oficiales. En la conversación privada solo estuvo presente el Canciller Rafael García Velasco. Sobre este diálogo Rodas escribió: “Se dice que Castro le agradeció el mensaje de 1961 y programaron reiniciar relaciones de manera inmediata, en el año 72. No se dio por el golpe militar de febrero del 72”.
El Presidente José María Velasco Ibarra y el Comandante Fidel Castro, pasaron a la cena preparada en la misma base militar. Estuvieron presente ministros de Estado, comandantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y de la Policía, e invitados: dirigentes de los partidos  Comunista y Socialista, de los campesinos, obreros y estudiantes.
La informalidad de Fidel, propia de los caribeños, narró Rodas, contrastaba con la formalidad de Velasco, a quien le puso la mano en el hombro y le sorprendió con comentarios y bromas.
Lo que sucedió en esa cena lo narró el encargado del protocolo en el gobierno velasquista, embajador Gustavo Cordovez Pareja, en su libro 40 años cerca de Carondelet:
     “Conversando con el Ministro de Recursos Naturales, doctor Vicente Burneo Burneo (Fidel) le dijo: ‘Y tú chico, ¿cuándo me vendes petróleo?, a lo que le contestó Vicente: Cuando tú tengas dólares”.
Por esa fecha Ecuador recién empezaba a mostrar sus voluminosas reservas de crudo, aún no exportaba.
Cordovez describió:
     “El doctor Velasco Ibarra estuvo muy entusiasmado con el Comandante Castro, le pedía que le cuente sobre la revolución en Cuba, le insistía en esto, hasta que un momento, el Comandante Castro, seguramente cansado y con los vinos que había tomado, le dice: Si le gusta tanto la Revolución Cubana, ¿por qué no la hace en el Ecuador?, a lo que el doctor Velasco Ibarra le respondió: Porque el Ecuador no es Cuba, ni Chile es la Unión Soviética”.
A Fidel Castro le gustó la comida que se sirvió y le dijo al Presidente Velasco Ibarra:
     “Excelencia, con tan buena comida que ha tenido el Ecuador, ¿por qué es usted tan flaco? El doctor Velasco Ibarra solo le vio y se sonrió”.
Cordovez agregó detalles:
     “En esa época… el Comandante Fidel Castro era más joven y me da la impresión que tenía más resistencia… en la Base Aérea, cuando tuvo la reunión privada con el Presidente y el Canciller, se les sirvió una botella de whisky, la que salió vacía. El doctor Velasco Ibarra no tomaba, tampoco el Canciller. En la mesa, Fidel Castro se tomó el vino de él y el del doctor García Velasco diciéndole: Como tú chico no tomas el vino, me lo tomo yo. Pero en ningún momento se pudo decir que estuvo mareado o embriagado”.
Al final de la cena, el Presidente Velasco Ibarra dio un discurso ‘revolucionario’, sorpresivo para la época de la Guerra Fría. Lo podemos ver en estos párrafos extraídos de los libros de Rodas y Cordovez.
Con elogios a Fidel Castro, Velasco Ibarra justificó su revolución diciendo:
     “Para mi ha sido un honor y una satisfacción el venir a Guayaquil a saludar a usted, a su paso hacia La Habana. En mi concepto, usted es un hombre que ha comprendido muy a fondo la hora actual de la humanidad y que se ha consagrado a ella con valor, con constancia, con sacrificio, con esfuerzo, viviendo peligrosamente. Por todo ello aprecio su personalidad”.
Luego, Velasco Ibarra pasó a opinar sobre el proceso revolucionario cubano:
     “Sé muy bien las objeciones que pueden decirse contra usted. Sé muy bien que, hablando de usted, se habla del gran tirano de Cuba que tiene oprimido a su pueblo. Pero esta manera de aislar los problemas me parece poco honrada y superficial. Es una manera de juzgar pasional, sectaria y superficialmente. En Cuba se fusilaron hombres en el año de 1959 y después de 1959. Lo justo sería averiguar cuáles fueron los antecedentes de esos fusilamientos que se le imputan a usted. ¿Acaso Cuba no fue víctima de una tiranía que mató, fusiló y asesinó a más de veinte mil hombres? Yo no voy a justificar fusilamientos de ninguna especie pero lo que sí digo es que la historia debe ser explicada y hay que saber entender los acontecimientos”.
Continuó el Presidente ecuatoriano:
     “Para mí, la Revolución Francesa fue una gran revolución. No fue la revolución burguesa de la que se habla. El contenido de la Revolución Francesa es profundamente contemporáneo. Todos los planteamientos de la revolución socialista y aún comunista, contemporánea, están contenidos en los documentos de la Revolución Francesa. El primer aspecto que produjo fue la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, las libertades cívicas, la democracia representativa. Yo pregunto: ¿No tuvo la Revolución Francesa que fusilar? ¿Qué hubiera pasado si la Revolución Francesa no fusilaba?”
Y siguió Velasco Ibarra:
     “¿Habrá quien en América del Sur se atreva a levantar juicios sobre el Libertador Simón Bolívar? Y Bolívar, ¿no tuvo acaso que fusilar? No justifico matanzas ni fusilamientos, pero sostengo que la historia debe ser explicada. Usted señor, tuvo que fusilar. En estas revoluciones socialistas contemporáneas en que hay pasiones tan feroces, con esas oligarquías apoyadas por el extranjero, ¿qué podría hacerse sino poner orden? No justifico fusilamientos, pero comprendo sociológicamente el momento en que usted actuó. Y si esto me cuesta críticas, acepto las críticas y todo lo que me venga encima”.
Después, el mandatario ecuatoriano reveló su admiración por Fidel:
     “Yo dije que venía a saludar a un valiente cuyos métodos no siempre comparto, porque uno es el Ecuador y otro es Cuba; uno es Chile y otro es Cuba; uno es el Perú y otro es Bolivia. Cuando supe que usted tenía que hacer un aterrizaje técnico, quise venir a saludarle, a estrechar su mano como a un luchador de tantos y tantos años, luchador apoyado por su pueblo, porque si no tuviera el apoyo de su pueblo, ¿cómo hubiera gobernado usted cuántos años?”.
No faltó en el discurso de Velasco Ibarra una crítica al aislamiento a Cuba:
     “Mi presencia aquí se va a interpretar como que inmediatamente pretendo establecer relaciones con Cuba. Eso de las relaciones es asunto que lo estudiaremos, que lo pensaremos. Pero distinto de esto es que exista o no la Carta de la OEA. ¿Se respeta o no se respeta esa Carta? ¿Es o no es una norma para buscar la paz o es que se quiere la guerra de todos contra todos? ¿Qué derecho había para expulsar a Cuba de la OEA? ¿No está garantizado expresamente, en la letra de la Ley la facultad de cada Estado de darse la forma política, económica, social?…”
Le tocó el turno de hablar a Fidel Castro y en reciprocidad, empezó con un elogio a Velasco Ibarra:
     “El Presidente nos ha hablado de hombres valientes y nosotros debemos decir que el gesto del Gobierno del Ecuador y especialmente el gesto del Presidente de recibirnos aquí en Guayaquil, trasladándose desde la capital, no solo ha sido un gesto honorable, un gesto caballeroso, un gesto amistoso, sino y sobre todo un gesto valiente. Son pocos los gobiernos de este continente que se atreven a tales gestos, como también se ha tenido otros gestos en la política exterior y que han distinguido al Ecuador, política que marcha hacia la consolidación de su soberanía internacional”.
Fidel Castro pasó a interpretar la razón del aislamiento de su país:
     “De Cuba se han dicho muchas cosas, entre otras, el famoso problema de las intervenciones. A nosotros nos expulsaron del seno de la OEA sencillamente porque consideraron que el Marxismo-Leninismo era incompatible con la democracia de este continente. No fue la cuestión de las supuestas intervenciones”.
Luego, Fidel Castro recordó lo que hicieron los patriotas para lograr la independencia:
     “El Presidente (Velasco) recordaba algunos antecedentes de la lucha por la independencia. Recordaba las luchas de Bolívar. Mientras él hablaba, nosotros recordábamos aquel famoso decreto de guerra muerte, de guerra total, que llegaba tan lejos como para decir: españoles  contad con la muerte. Venezolanos contáis con la vida aunque seáis culpables. En aquella lucha dura, a muerte, por la independencia, los próceres llegaron mucho más lejos: llegaron prácticamente a sancionar la nacionalidad; era una lucha a muerte”.
El discurso de José María Velasco Ibarra levantó polvareda. En un momento que la isla estaba aislada por los Estados Unidos y casi toda América, elogiaba sin reparos a la revolución cubana y a su líder. Según el historiador Juan Paz y Miño, las palabras del Presidente ecuatoriano respondieron a su personalidad: “Era un intelectual, además de político. Entendía al hombre desde la perspectiva de la filosofía. En la mentalidad filosófico-política de Velasco Ibarra, Fidel era un ejemplo de lo que debía hacer un revolucionario auténtico y de lo que debía hacer una revolución auténtica en América Latina. Siempre admiró, hasta su muerte, a Cuba, particularmente, a Fidel Castro”.
- En el discurso se ve que incluso justificó los fusilamientos en Cuba –le digo a Paz y Miño.
- No justificó, explicó. Velasco Ibarra vio que en el proceso revolucionario en Cuba, hubo fusilamientos, no se puede negar, pero Velasco Ibarra entendió que eso era parte de un proceso revolucionario. Sucedió en la Guerra de la Independencia, en la Revolución Liberal.
SEGUNDA
Después de que el presidente León Febres Cordero visitara Cuba, muchos políticos ecuatorianos fueron al país caribeño por gestión del embajador Araujo Hidalgo. Su hijo Manuel citó a algunos: “Estuvieron allá dirigentes sindicales como José Chávez, Edgar Ponce, Fausto Dután, Nina Pacari, León Roldós que fue a hacerle atender a su madre con médicos cubanos y tuvo un trato preferencial”. La lista de los visitantes de izquierda, centro izquierda y hasta de derecha, es larga. Varios se convirtieron luego en personajes nacionales.
Al siguiente día de que el Tribunal Supremo Electoral proclamara al doctor Rodrigo Borja y al ingeniero Luis Parodi, Presidente y Vicepresidente de la República, respectivamente, el nuevo mandatario ecuatoriano envió una invitación a su posesión, a los jefes de Estado de varios países, entre ellos a los comandantes Fidel Castro, de Cuba, y Daniel Ortega, de Nicaragua.
- ¿Doctor Borja, le reclamaron los norteamericanos por haberle invitado a Fidel Castro a su posesión?
- No. En lo absoluto. Además no habrían tenido derecho alguno para hacerlo. Invité a Fidel porque me pareció absurdo e inconveniente para la política latinoamericana,  mantenerlo en el completo aislamiento. Fíjese que la última invitación que él había recibido fue la de Salvador Allende, en los tempranos años setenta. Después de mi invitación vinieron muchas y hoy ya nadie se alarma de verlo en los cónclaves democráticos de nuestra América. Creo sinceramente que esa relación con gobernantes latinoamericanos de diversas tendencias ideológicas, ha sido muy útil en el proceso de apertura cubano.
La invitación le entusiasmó mucho a Fidel Castro. Lo dijo a la revista Vistazo: “Es la primera vez que me invitan con tanto interés y calor. No es que no nos inviten, es que no estaban dadas todavía las condiciones para que fuera posible. Hemos vivido años difíciles”.
Manuel Araujo Hidalgo que dejaba la embajada ecuatoriana en La Habana, regresó a Quito con Fidel Castro. A recibirle al líder cubano estuvieron en el aeropuerto, altos funcionarios del gobierno y sus grandes amigos. Allí se encontró Febres Cordero con Guayasamín cuya presencia pareció molestarle al ingeniero (eran rivales ideológicos, el primero de derecha y el segundo de izquierda). Nunca se hablaron los dos y para Castro resultó incómoda la situación. Los testigos dicen que el abrazo efusivo de Fidel, fue para Guayasamín, a Febres Cordero solo le dio la mano. Gustavo Cordovez Pareja, el jefe de protocolo, entonces, relató este episodio en su libro:
     “Fidel Castro estuvo bastante relajado. Me comentó que había preferido quedarse en la Embajada de Cuba, pues tenía invitaciones para alojarse, del Presidente Febres Cordero, del Presidente Borja, de Guayasamín y de otros. Así es que, quedándose en su Embajada, no resintió a nadie. Me agregó que había hecho una muy buena amistad con León”.
Fidel Castro se convirtió en la ‘estrella’ de la fiesta, de principio a fin. Era la primera vez muchos quiteños le veían al hombre de barba abultada que provocaba sentimientos encontrados en Ecuador y decían: “¡Qué altote que ha sido!” Muchos querían acercarse, tocarle, hablarle. Hubo banderas, gritos a su favor y ningún anticastrista de los años sesenta en escena.
A la posesión de Borja asistieron: el sandinista Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua; Oscar Arias, premio Nobel de la Paz y Presidente de Costa Rica; los presidentes de Portugal, Argentina, Colombia, Venezuela, y otros invitados especiales. Fidel Castro aprovechó la ocasión para dialogar con algunos de ellos.
En un receso, Fidel Castro sorprendió a la administración del hotel preguntando cuántos empleados tiene, cómo hacen la limpieza, asuntos de finanzas. Le ofrecieron café y dijo que en Cuba, el café va acompañado de un cigarro, pero él ya dejó de fumar. La prensa internacional informó que por haber abandonado a su habano, el Consejo Mundial de la Salud le entregó en 1995, una medalla al mérito, que el líder cubano la exhibía en los actos públicos. Le pasaron una taza de té y cuando un ecuatoriano comentó que Cuba goza de fama de tener mujeres hermosas, Castro le dijo: “¡Óyeme chico! Las chicas de aquí también son guapas”.
Mientras tanto, Borja recibía una llamada del jefe de la delegación de Estados Unidos, el secretario de Estado George Schultz. Lo que hablaron fue revelado por el ex Presidente:
     “Me planteó que lo lamentaba mucho, pero él no podría estar mañana (10 de agosto de 1988) en el acto de posesión en el Congreso, porque sabe que allí hay un mural ofensivo contra su país. Es el mural pintado por Oswaldo Guayasamín, en el que aparece un casco nazi, con las siglas de la Central de Inteligencia, CIA. Esto le había molestado terriblemente al señor Shultz. Yo le dije: ‘Bueno, yo respeto su opinión, señor Shultz, pero le hago notar que si usted, por esta razón, no asiste mañana al acto, el mural de Guayasamín será famoso en el mundo entero. Nos despedimos cordialmente y al siguiente día veía yo, desde la tribuna, al señor Shultz en la primera fila. Enmendó su decisión de no asistir”.
La tarde del 10 de agosto, Fidel Castro fue a conocer la Fundación Guayasamín. Berenice Guayasamín rememoró ese momento:
     “Nosotros habíamos invitado a muy pocas personas, pero como la voz corre y ante la idea de conocerle personalmente, de tener algún contacto con Fidel, realmente se nos fue de las manos. Había mucha gente en la Fundación y no podíamos negarles la entrada por ser amigos de muchos años. Lo que hicimos fue pedirles que esperen en los jardines. Para que Fidel pueda visitar los museos, tuvimos que cerrar las puertas. Él estaba muy contento de conocer un poco más a fondo la cultura ecuatoriana, aunque tenía muchísimo conocimiento ya. Hicimos un recorrido por el museo de piezas arqueológicas, luego por el de arte colonial y, finalmente, por la obra de Guayasamín. Al salir, era tal la muchedumbre que tuvimos que sacarlo casi a escondidas. Y aquí hay una anécdota lindísima: mi padre había llegado a la Fundación en su carro que estaba parqueado al filo del museo. Al ver a la muchedumbre, resolvimos que los dos (Fidel y el maestro) se embarcaran en ese carro, para ir a la casa de mi padre, que está más arriba de la Fundación. Subieron, cerraron las puertas, y como no había un chofer, yo me senté al volante. Iba conduciendo y le decía: ‘Comandante, este barrio antiguamente era un pueblito, ahora es parte de la ciudad…’ Y Fidel me dijo: ‘Oye chica, tú maneja por favor, no me converses”.
Cerca de la Fundación Guayasamín estaba la residencia de Rodrigo Borja. Terminada la visita al pintor, Fidel resolvió verle al flamante Presidente. Borja hacía la siesta, de pronto, la empleada entró asustada a su dormitorio, para decirle que Fidel Castro estaba allí, en su departamento. Borja le pidió que le hiciera pasar. Al bajar, le presentó a su esposa, Carmen Calisto, a sus hijos. El ex Presidente relató lo que sucedió después:
     “Nos quedamos conversando desde las dos y treinta hasta cuarto para las seis, porque Fidel es un conversador inagotable, sabe todos los temas posibles. Es de lo más agradable, pero además, tiene una característica. De los grandes líderes políticos que yo he conocido, es uno de los pocos que presta atención a su interlocutor. Es un curioso, pregunta todo, quiere saber con precisión todo. Lo  normal de los líderes políticos es que se escuchen así mismos, el caso de Fidel es excepcional, escucha a la persona que está hablando con él, incluso después de varias semanas, meses y hasta años, él recuerda cosas de esa conversación”.
Al siguiente día, 11 de agosto, la señora de Borja le preguntó a su esposo:
-¿Qué crees que te trajo de regalo Fidel?
-No tengo idea.
-Un cargamento de helados de coco.
-No puede ser.
Ese día había un almuerzo que ofrecía el Canciller Diego Cordovez, a Fidel Castro y todas las delegaciones que asistieron al cambio de mando. Borja se acercó a Fidel y le dijo:
-Te agradezco mucho por los helados de coco, yo soy un campeón.
-Qué me vas a decir chico, si hace años que te invité a cenar, te robaste el helado de tu vecino.
Fidel Castro recordaba lo sucedido en la cena de 1985, en La Habana.
En la noche, después de la posesión de Rodrigo Borja, los invitados cumplieron actos informales. Varios fueron a la casa de Guayasamín y su hija Berenice relató otra anécdota:
     “Mi padre había inaugurado en esos días su nueva casa y quería recibir a los presidentes que vinieron para la transmisión del mando. Fue una reunión increíble. Llegaron: Danielle Mitterrand (esposa del Presidente de Francia, el socialista Francois Mitterand), Fidel, Daniel Ortega, etc. Conversábamos en una salita. El Comandante estaba sentado en un sillón, al lado de la señora Mitterand. En medio del diálogo, vimos que Fidel puso una mano en la pierna de la señora Mitterand. Le daba unas palmaditas y nosotros no sabíamos qué decir. Fue una acción absolutamente natural, espontánea, de amigos. La señora se quedó tranquila, como si nada hubiese sucedido, y siguió la conversación”.
En algún momento Berenice Guayasamín le vio a Fidel Castro parado en la terraza de la casa de su padre. Estaba impresionado con las montañas. Viendo el Pichincha preguntó cómo fue la Batalla de Pichincha, si bajaba agua del Pichincha, cuántos litros, cuántos kilovatios generaban. “Yo estaba sorprendida, preguntaba de todo y de todo sabía: de agricultura, genética, de vacas, del azúcar, de computadoras, de tecnología”.
Sobre esa visita, Manuel Araujo hijo contó: “El Comandante nunca se imaginó que Quito era así. Se admiraba de que los carros subieran las montañas. En las madrugadas le hicieron visitar el centro histórico, las iglesias. Estaba impresionado”.
La revolución cubana ha influido tanto en Ecuador, que muchos padres de familia le pusieron el nombre de Fidel o Fidela a sus hijos. Fidel Rojas es producto de esa simpatía. El niño (de ocho años) sabía de memoria el día del cumpleaños de su “santo patrón” (Fidel Castro). Cuando anunciaron su llegada a Quito, le pidió a su madre que le llevara a comprar un regalo para darle a su ‘tocayo’, porque el 13 de agosto cumplía años. La víspera, el 12, el pequeño Fidel Rojas llegó a la Fundación Guayasamín, con el regalo: un pájaro tallado en balsa. Acercado por su madre a Fidel Castro, al niño le impresionó su gorra. Le dijo: “Toma tu regalo de cumpleaños, pero dame tu gorra”. El Comandante le respondió: “No te la puedo dar chico”. El pequeño insistió: “Si no me das tu gorra, no te doy tu regalo”. El líder cubano sonrió y le ofreció: “No te la puedo dar en este momento, pero te prometo que al irme te la dejo”. Así lo hizo. Castro usó la gorra durante todos los actos oficiales y al irse dejó la gorra en la Embajada, para que la entregaran a su ‘tocayo’ Fidel Rojas, ahora abogado. Guarda la prenda como una reliquia.
Por este episodio los Guayasamín se enteraron del cumpleaños de Fidel. Berenice Guayasamín contó los detalles de la fiesta: “Cuando mi padre se enteró que el Comandante estaba de cumpleaños (62 años), le organizó una fiesta gigantesca, obviamente, con la ayuda de la gente de la Embajada. Estaba de embajador, Carlos Zamora. Los preparativos lo hicimos con su mujer, Maura. Se le comunicó al Comandante y dijo que asistiría a la fiesta, la noche del 12 de agosto”.
Antes, el personal de seguridad, que acompañaba a Castro, revisó toda la casa. Saskia Guayasamín, esposa de Alfredo Vera, dijo, a propósito: “Cuando Fidel viaja, debe estar acompañado de por lo menos unos diez hombres de seguridad. Les llamamos ‘roperos’, porque son grandotes y fuertes. La seguridad es importante para él, han intentado asesinarle unas seiscientas veces”.
Este dato fue confirmado por la televisión cubana, en marzo del 2010. En un documental contaba que Castro había escapado de seiscientos treinta y ocho intentos de asesinato, planificados por los grupos de inteligencia de Estados Unidos. Habrían usado –entre otros elementos mortíferos- puros envenenados; granadas disfrazadas de pelotas de béisbol; un batido de chocolate con cianuro, en la cafetería del hotel Habana Hilton; sales de talio para que se le cayera la barba; cámaras de televisión con fusiles camuflados; dosis de LSD para enloquecerlo; un traje de buzo impregnado con bacterias del bacilo de la tuberculosis; etc.
Volvamos a la fiesta de cumpleaños. Berenice Guayasamín reveló que “todo el mundo quería asistir. Había unas 500 personas en la casa”.
A las doce en punto de la noche, Fidel Castro entró a la Fundación. Le recibieron con una calle de honor y le cantaron Las mañanitas. El Comandante apagó las sesenta y dos velas colocadas en una enorme torta de chocolate. Le hicieron de ese sabor, según Berenice Guayasamín, porque se enteraron que le gustaba el pastel de chocolate.
Cuando el líder cubano empezó a hablar, se hizo un silencio sepulcral. Agradeció el homenaje y hubo hasta lágrimas de emoción, relató la prensa.
Fidel Castro no viajaba con un cocinero propio, como hacen algunos mandatarios. El menú del cumpleaños, preparado por los Guayasamín, incluía cebiche. A propósito, Saskia Guayasamín recordó: “Le hicimos el cebiche y yo, ingenua, para el Comandante preparé un plato con los camarones más bonitos y le dije al guardia: ‘Este cebiche es para el Comandante’. Me fui a la salita. Al regresar, ya no encontré el cebiche y le vi a Fidel comiendo de los platos que habíamos preparado para el resto de invitados”.
Gustavo Cordovez Pareja explicó lo que sucedió: “El Comandante Fidel Castro me invitó a comer en la casa de Oswaldo Guayasamín, con ocasión de su cumpleaños número sesenta y dos. La casa estaba llena de amigos de todos los sectores políticos del país. Uno de la seguridad personal de Fidel Castro, le tenía guardada en un refrigerador la comida, pues me dijo que el Comandante Castro no comía nada si no le servía él. Cuando veo llegar a un diplomático ecuatoriano, acreditado seguramente en La Habana. Se dirigió al refrigerador, sacó un cebiche y se lo comió. Más tarde, cuando el Comandante Fidel Castro pasó a la mesa con algunos amigos, el de la seguridad fue a buscar el cebiche y ¡oh sorpresa!, no había. Se puso muy nervioso, pero Fidel Castro se dio cuenta del asunto y se sirvió tranquilamente un cebiche de la fuente preparada para todos los demás… En el aeropuerto, al despedirse el Comandante Castro, le pregunté si no le había hecho mal el cebiche y me respondió: ‘No chico, qué va’, agregándome que él sabía en la casa que estaba, para comer tranquilamente, y que si el dueño de casa se sirvió, por qué no él también”.
A partir de esta visita a Ecuador, al líder cubano le encantó el cebiche ecuatoriano. Saskia contó lo que sucedió una vez que estaban en Cuba: “Mi papi le invitó a almorzar a Fidel y le dijo que le íbamos a hacer comida ecuatoriana. Le hicimos cazuela de pescado, que le gustó mucho. Yo le hice cebiche de camarón y le encantó. Me preguntó todos los detalles sobre la preparación. Me parece que una vez, Fidel se interesó por prepararlo en Cuba, porque llamaban a cada rato a la Embajada y de la Embajada me llamaban a mí para preguntarme cómo va picada la cebolla, a qué hora se pone el limón, cómo va el tomate, a qué hora se cocina el camarón. Fidel tiene un cocinero, pero él le ayuda. Le encanta preparar la langosta, los camarones y otros productos del mar”.
Patricia Madriñán, esposa de Pablo Guayasamín, observó que Fidel comía poco y tomaba poco vino. A propósito, Berenice Guayasamín agregó: “Cuando hemos estado en La Habana, le he visto tomarse unos mojitos, ron, y sé que le gusta mucho el brandy, pero no me consta. Nunca en mi vida he visto que tome en exceso. Toma uno o dos tragos, en toda una larga jornada”.
Luego de la cena de cumpleaños, hubo cantos y bailes. Le pregunté a Berenice si el homenajeado bailó y ella contestó: “En las veces que hemos estado juntos, no le hemos visto a Fidel cantar, ni bailar”.
El 13 de agosto, Fidel Castro se fue a CIESPAL (Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina), donde dio una conferencia a los jóvenes. Salió y se trasladó a la casa del embajador de Cuba, Carlos Zamora, frente al Colegio Benalcázar. Allí se reunió con el Presidente Rodrigo Borja, quien relató lo que sucedió:
- Fui a almorzar y estaban tres o cuatro amigos más de él, cubanos. Unas quince personas en total.
- ¿De qué hablaron en ese almuerzo?
- Bueno, yo he tratado todos los temas humanos y divinos con Fidel, porque él es un generador de ideas, de interrogantes, sabe de todos los temas…
- Pero usted, entonces, ya era el Presidente de la República del Ecuador. ¿Fidel no le pidió alguna cosa especial para su país?
- No, es de una delicadeza suma, de una enorme delicadeza.
De regreso a La Habana, Fidel Castro hizo escala en Guayaquil, para visitarle en El Cortijo a su amigo León Febres Cordero.
TERCERA
…Por invitación de Fidel Castro, Gustavo Noboa viajó a Cuba el 12 de noviembre 2002, acompañado de su esposa María Isabel Baquerizo, el Canciller Heinz Moeller, los ministros de Educación, Salud, Vivienda, Turismo, Ambiente, el Secretario General de Información y una delegación de empresarios.
El Presidente Gustavo Noboa llegó a la isla caribeña con el encargo de la familia Guayasamín, de invitarle a Fidel Castro a la inauguración de ‘La Capilla del Hombre’. Berenice Guayasamín explicó: “La Fundación tuvo que pedirle al Presidente Noboa que le hiciera la invitación al Comandante, porque siendo un jefe de Estado, no puede ir a otro país por una invitación personal”.
Para este evento, Fidel Castro había preparado una sorpresa para la familia Guayasamín que la contó Berenice:
     “Desde Cuba nos anticiparon que iba a llegar un grupo de artistas, que tengamos brochas, pinturas y pinceles disponibles. No sabíamos qué iban a hacer. ¡Oh sorpresa! El día anterior al evento llegó un avión con treinta artistas cubanos, con un boceto sobre el tema que iban a pintar. Trabajaron toda la noche y toda la mañana del día siguiente, cuando llegó Fidel en otro avión. La gran pancarta en homenaje a ‘La Capilla del Hombre’ y a Guayasamín, nos la donaron el 28 de noviembre 2002, durante la inauguración”.
Hugo Chávez, el Presidente venezolano, no estaba en la lista de invitados, sin embargo, “cayó de sorpresa, no lo esperábamos”, agregó la hija del pintor.
Durante su visita a Quito, los comandantes de Cuba y Venezuela recibieron un homenaje del Cabildo. Fidel Castro dio un discurso resumido por Notimex: “Sólo la educación en valores éticos salvará a la humanidad”, dijo, y vinculó esa idea con la religión: “El Nuevo Testamento contiene una propuesta ética para su tiempo, que fue construida a partir de la prédica de ‘pescadores que ni siquiera sabían leer ni escribir”. Asegurando que sólo la educación puede salvar a la humanidad, alabó a los apóstoles de Cristo que difundieron valores de su tiempo, sin radio y sin televisión, fueron capaces de dejarse devorar por los leones en aras de sus creencias, porque poseían valores. Y aconsejó: “El mundo está lleno de mártires y no hay mártires sin valores y la humanidad tiene ahora mártires para transmitir valores. Los maestros no tienen que limitarse sólo a instruir, sino a inculcar valores éticos y ‘transmitir un evangelio vivo".
Al siguiente día (30 de noviembre), el líder cubano se reunió, por separado, con el ex Presidente Rodrigo Borja, con el ex Vicepresidente León Roldós, con dirigentes políticos, sindicales, indígenas.
El ex Presidente Borja describió la última vez que le vio:
     “Cuando vino Fidel a la inauguración de La Capilla del Hombre, me llamó al teléfono para decirme que quería reunirse conmigo. Y me dijo: ‘Pero no vengas sin tu enciclopedia’. Entonces fui a comprarla. En mi Enciclopedia de la Política, en ‘Fidelismo’, sostengo que Fidel no es propiamente un ideólogo sino un líder político: uno de los mayores líderes del mundo en los últimos cien años. Le llevé la enciclopedia. Mis hijas me acompañaron hasta el Swiss Hotel, donde estaba hospedado, porque querían volver a verle a Fidel. Hablaron tres cosas y se fueron. Nos quedamos Fidel y yo. Pasaron los años y en una reunión social, en La Habana, se me acercó el Canciller, Felipe Pérez Roque y me dijo: ‘Presidente Borja, ¿cómo está?’ Le dije: ‘Bien’. Me dijo: ‘¿Sabe quién es el mejor lector de su enciclopedia?’ Le dije: ‘Ni idea’. Me dijo: ‘Fidel’. Dije: ‘No puede ser’. Me dijo: ‘Tiene apuntes y comentarios en todas las páginas’. Lástima que en Cuba no haya derecho de herencia, porque de lo contrario gestionaría heredar de Fidel ese libro...”
A su retorno a La Habana, después de la inauguración de La Capilla, Castro paró en Guayaquil para visitar a León Febres Cordero, quien le ofreció una cena en su residencia, ‘El Cortijo’.
CUARTA
Ecuador estaba a punto de tener a su propio ‘Comandante’ en la presidencia: el ex coronel Lucio Gutiérrez, famoso porque al mando de otros coroneles y miles de indígenas derrocó al derechista Mahuad. Tiempo después se lanzó a la contienda presidencial y ganó. Como en la campaña le vieron con uniforme militar, igual que Castro y Chávez, adeptos a esos regímenes pensaron que era el revolucionario que esperaban, pero la primera señal de que no era así, la dio pocos días después de su triunfo. Fidel Castro estaba en Quito inaugurando ‘La Capilla del Hombre’, y Gutiérrez evadió un diálogo  con él, yéndose a Colombia, “por compromisos previos en su agenda”.
Cuando la prensa le pidió a Fidel Castro su opinión sobre el triunfo de Gutiérrez, dijo que no quería inmiscuirse en los asuntos internos de Ecuador. “No soy rector ni juez”, subrayó.
A los pocos días de la inauguración de La Capilla (noviembre 2002), Fidel Castro retornó a Quito, presidiendo una delegación de cuarenta y dos funcionarios cubanos, para participar en la posesión de Gutiérrez, programada para el 15 de enero 2003. Más por protocolo que por simpatía, el nuevo Presidente lo había incluido en la lista de invitados. La gente le recibió al cubano, cariñosamente, con vivas y aplausos. Es la última vez que los ecuatorianos lo vieron.
Para Castro, este viaje fue positivo, porque según dijo la televisión de su país, en Ecuador se “consolidarán más aún las relaciones de amistad y cooperación entre Cuba y los países latinoamericanos y caribeños”. Al cambio de mando habían llegado los presidentes: Hugo Chávez, de Venezuela; Ricardo Lagos, de Chile; Alejandro Toledo, de Perú; Alvaro Uribe, de Colombia; Gonzalo Sánchez de Lozada, de Bolivia; y Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil. La prensa comentó que Castro habló con ellos de la iniciativa de Lula da Silva para ayudar a la OEA (Organización de Estados Americanos) a encontrar una salida a la crisis de Venezuela, donde los opositores a Chávez llevaban cuarenta y cuatro días en huelga. Nadie vio un diálogo reservado con Lucio Gutiérrez.
El líder cubano se había hospedado en el Swiss Hotel. Berenice dijo: “Fue la última vez que le vimos en Quito. Se reunió con la familia y estaba muy preocupado por cómo seguía la construcción de la segunda etapa de La Capilla”.
Cuando las manifestaciones públicas en Quito llegaron a su punto máximo, pidiendo la renuncia de Gutiérrez, que finalmente cayó (20 de abril 2005), Fidel Castro dijo en La Habana, que el depuesto Presidente fue un “farsante, mentiroso e hipócrita”, que intentó imitar a los militares revolucionarios del proceso bolivariano, liderados por el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Pero, según Castro, Gutiérrez “no llegaba ni a la suela de los zapatos de Chávez”, y realizó una política de derecha y neoliberal que “no arregló nada”. (Nota de la Agencia EFE, reproducida en www.cubanet.org)
TOMADO DEL LIBRO: ‘UN CICLÓN LLAMADO FIDEL’, DE MARIANA NEIRA. Edición Octubre 2010.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio